Los jesuitas en América Latina, a través de las universidades confiadas a ellos, se han preguntado cuál debería ser su papel de incidencia en política pública. Han iniciado un interesante proceso de reflexión sobre dónde focalizar el aporte reflexivo y de incidencia a través de las universidades que orientan en la región. Es la misma preocupación de muchas de las universidades en nuestro país sobre el impacto en la realidad, más allá de formar nuevas generaciones y producir conocimiento. La pregunta sería ¿para qué todo ello? Pues, bien, para incidir en la transformación de la realidad.
Estos son los cinco núcleos de preocupación-acción. Un primer tema es la sustentabilidad del hábitat y de la Creación entera, que incluye proyectos de reordenamiento urbano o diseño responsable y en pro del cuidado del ecosistema, la conservación y la conciencia ambiental. La preocupación es cómo llevar la perspectiva de la ecología integral a la práctica.
El segundo es el fortalecimiento democrático de los Estados y la soberanía ciudadana, en favor de sistemas de representación real y de participación de la población en las decisiones. Con un foco en el desarrollo y fortalecimiento de instituciones democráticas. El problema de la democracia en la región es muy sensible y puede ser la condición de posibilidad para la solución de muchos de los problemas.
En tercer lugar va lo económico: El desarrollo con inclusión e igualdad, que abarca la atención a campos como la exclusión social, la desigualdad, la reducción de la pobreza, la vulnerabilidad, la educación, la nutrición y la cultura para todos y todas. A corto plazo: La reactivación con justicia social.
El cuarto asunto es la seguridad ciudadana, contra las violencias, con una cultura de paz y de respeto irrestricto a los derechos humanos enfocada hacia la reconciliación social. La reconciliación se vuelve clave. No solamente es el respeto de derechos, sino la posibilidad de construir una cohesión social, generar puentes en la sociedad.
La quinta cuestión es la humanitaria, la atención a las poblaciones en movilidad forzada, refugiados y migrantes. Incluye acciones educativas, sanitarias, de promoción humana, de gestión política y de atención jurídica. En Colombia los venezolanos colocan el tema en el centro de la agenda. Y también los excluidos “ni-nis”, jóvenes que ni estudian ni trabajan.
Estos cinco capítulos nos ponen foco en cinco núcleos complejos pero que, si los logramos asumir como prioritarios en la política pública y la acción de todos los agentes sociales, seguramente podremos cambiarle la cara a la región. Un aspecto crucial es la posibilidad de buscar articular instituciones y actores para sumar esfuerzos. El último objetivo de desarrollo sostenible, el 17, habla de la importancia de las alianzas. “Los ODS solo se pueden conseguir con asociaciones mundiales sólidas y cooperación. Para que un programa de desarrollo se cumpla satisfactoriamente, es necesario establecer asociaciones inclusivas (a nivel mundial, regional, nacional y local) sobre principios y valores, así como sobre una visión y unos objetivos compartidos que se centren primero en las personas y el planeta”. Esto es sumando y no restando ni dividiendo que se logra el impacto en la realidad.
La inspiración para este trabajo de los jesuitas latinoamericanos es claramente un eco de las encíclicas del papa Laudato Si, acerca del cuidado de la Casa Común; y Fratelli Tutti, sobre la fraternidad, que están marcando decididamente el gran aporte del Pontificado del papa Francisco.
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