Quienes estudian el cambio posible de la sociedad actual, nos dicen que tenemos dos maneras de afrontar el futuro: aprendiendo del pasado, o aprendiendo del futuro. El pasado es importante, es nuestra historia, es nuestra memoria; es el recorrido que debemos recordar para no cometer los mismos errores y para mantener los logros que nos trajeron hasta este día, pero el futuro es el faro de la esperanza, donde está todo aquello que soñamos y que también otros sueñan.
 Si queremos transformar el mundo, si queremos innovar, ser disruptivos, abrazar el cambio, debemos intentar aprender del futuro y para hacerlo, debemos mirar en nuestro interior suspendiendo los juicios, soltando las anclas, vaciando nuestro interior para abrir la mente al cambio. Después, debemos mirar a nuestro alrededor, donde está el campo de todo lo nuevo que no habíamos visto y de lo que apenas está emergiendo, tratando de comprender con el corazón a qué estamos llamados en esa realidad que se manifiesta frente a nosotros desde el porvenir.
 Cuando nuestra mente y nuestro corazón estén abiertos, y así entendamos el lugar en el mundo que queremos ocupar, abriremos nuestra voluntad para trabajar por ello. Sabremos que no podemos eludir el compromiso con el cambio al que estamos llamados, y veremos con ojos nuevos, surgir nuestro destino y el de otros como nosotros. Veremos en la distancia un faro que brilla desde años adelante donde quizás no estemos, pero donde están aquellos que recibirán nuestro legado, el mundo en que quisiéramos vivir, con la naturaleza y el cosmos, en nuestra maravillosa casa común.
 Otra manera concreta, sembrar el futuro será también cuidar de manera muy especial a las nuevas generaciones, y muy especialmente a los niños y niñas, especialmente en su etapa inicial de vida. Debemos asegurarles sus derechos y condiciones para su desarrollo integral. Iniciando por la nutrición, pero también con las condiciones necesarias para que no sean objeto de ningún tipo  de violencia.
 Esperar que cuando nos veamos en el futuro podamos decir que lo iniciamos a construir juntos, y que sea mejor que el presente.