El camino del odio, del señalamiento, de la exclusión no es el mejor camino para lograr la reconciliación en el país. Y esto está ocurriendo. Tres casos nos pueden ilustrar por dónde estamos caminando.
La esposa del senador Alfredo Ramos, señora Juliana Hernández, en un vuelo señaló a un señor jubilado de ser un exguerrillero de las Farc. En este caso el pensionado no tiene nada que ver con la guerrilla salvo de llevar puesta una gorra curiosa. Luego de hacer un escándalo en redes y en las peligrosas cadenas digitales operadas desde las vísceras y no desde la razón, el mismo senador salió a presentar excusas. Pero aún en gracia de discusión si la persona sí hubiera sido de las Farc, ¿cuál es el problema? Aquí hay una tensión muy grande, que parece generada por una especie de inmadurez, de no poder tolerar al diferente, de no aceptar que el país cambió, que el conflicto armado con esa guerrilla es una cuestión del pasado y que ahora es el tiempo de la paz. Es como si la visita del papa no hubiera hecho ningún eco.
El segundo caso, se dio en una universidad. Nada menos que en el Externado, una institución de educación superior que se ha caracterizado desde su nacimiento por la libertad y muy particularmente por la libertad de pensamiento. Pues bien, un grupo de estudiantes montó en cólera porque a un foro de diálogo estudiantil sobre reconciliación fue invitado uno de los jefes de las Farc, Andrés París. Consideran que el invitado no ha pasado por los filtros de la justicia y que cómo lo invitaban a tomar parte en un acto en la universidad. Es evidente que el paso por la justicia es fundamental en todo este proceso, y estamos todos a la espera de él. Pero social y académicamente debemos hacer esfuerzos por tejer escenarios de encuentro. No podemos construir la paz sin poder dialogar y para ello es necesario encontrarnos.
El tercer caso, también en una universidad, esta vez una católica, la Javeriana de Cali, que hace como un par de meses certificó como gestores de paz a un grupo de excombatientes que estaban en una de las zonas de concentración del departamento del Cauca. Luego de un programa de diplomado en temas como los contextos territoriales, los mecanismos de resolución de conflictos, el emprendimiento, los excombatientes, ya no con armas empuñadas, sino con papel y lápiz, se fueron formando como gestores de paz. Hubo también un tsunami por redes sociales en las cuales un número no mayoritario, pero sí importante, se quejaba de este tipo de formación. Pues bien, qué buena noticia sería que todos los excombatientes pasaran por las universidades!
Estos tres casos nos muestran que el proceso de reconciliación es lento, pero que puede tener muchos problemas, y que por lo mismo debemos entre todos fortalecerlo y protegerlo. Y la mejor manera es bajarle la tensión, dejar que las confianzas se vayan tejiendo y que la tolerancia permita los acercamientos. Colombia es una sola y aquí podemos y tenemos que caber todos.
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