El cantautor y poeta argentino Miguel Ángel Peralta escribió en una de sus canciones más populares, una frase que tiene mucho sentido en los días que corren, “se acercan tiempos difíciles, amar es urgente”. Amar tiene muchas formas hoy día, porque quizás nunca nos habíamos sentido como humanidad tan conectados y tan vulnerables. En el momento actual pensamos, con razón, que actuar de forma egoísta puede significar la muerte propia y la de los demás. No nos salvaremos a menos que pongamos en juego acciones colectivas, prácticas solidarias y conscientes, sencillas pero definitivas; permanecer en cuarentena, lavarnos las manos, no acaparar los bienes que todos necesitamos, entre muchas otras. Los sucesos recientes nos obligan a pensar en los demás para poder protegernos a nosotros mismos.
En la Compañía de Jesús hay cuatro principios que tienen sus orígenes en el pensamiento del teólogo Diego Ledesma. Estos principios fueron redefinidos como finalidades últimas de la educación de los jesuitas, conservando sus nombres en latín, utilitas, iustitia, humanitas y fides. Podemos anteponer la mirada de estas cuatro dimensiones, que un célebre Superior de la Compañía de Jesús, Peter Hans Kolvenbash, actualizó para el siglo XXI. Estas dimensiones nos pueden ayudar a repasar y sintetizar algunos de los aprendizajes que debemos poner en práctica en estos difíciles momentos.
Utilitas, esta es la dimensión de la práctica. La pregunta es qué podemos hacer por nosotros y por los demás que sea realmente efectivo. ¿A qué necesidades debemos atender? ¿Cuáles son los problemas que debemos resolver en relación con toda la humanidad y en particular con los más vulnerables? Podemos preguntarnos frente a cada hecho que elegimos realizar, si nuestras acciones son realmente útiles y ayudan al bien común.
Por estos días hemos visto muchas muestras en las redes de este principio, personas jóvenes que se ofrecen a hacer la compra a los abuelos, mensajes en las redes de gente del común con la intención de lograr que otros se mantengan en sus casas, apliquen normas de auto cuidado y estén bien informados. Hay un llamado a estar atentos de aquellos que viven solos, que pueden sufrir en situación de aislamiento y de confinamiento o, que pueden padecer afugias por la falta de ingresos, de bienes y de recursos básicos. El espíritu de la “utilitas” nos obliga a pensar en que cada acción que realicemos sea pertinente, significativa y al servicio de los demás.
Iustitia, la promoción de la justicia, tiene que ver con querer el bien de nuestro prójimo. Es otra dimensión de ese amor urgente que necesitamos desplegar. Si nos importa ser justos estamos atentos a garantizar que puedan ejercer sus derechos y procuramos en todo lo que hacemos amar y servir. El espíritu de la Iustitia nos impulsa a pagarles a los empleados a nuestro cargo, incluso si no van a trabajar, a comprarles con prioridad a los pequeños emprendedores, a reservar en forma anticipada servicios que luego podemos hacer efectivos para que no les falte el pan en su mesa, ni se empobrezcan aún más.
La Iustitia nos dice que tienen prioridad los ancianos y los niños, que no debemos poner en riesgo a las comunidades que no han sufrido el embate de la epidemia viajando a sus confines o solicitando a sus habitantes en las grandes ciudades. La Justicia nos invita a ayudar con nuestros recursos a quienes más sufren y menos tienen.
Humanitas, como el atributo más profundo de nuestra naturaleza, el espíritu de humanitas nos convida a pensar sensiblemente y a aplicar de manera generosa, la solidaridad. La solidaridad como decía la poetiza Gioconda Belli, es “la ternura de los pueblos”. El espíritu humanista nos alienta la consciencia, la comprensión, la compasión, el compromiso. Las preguntas desde humanitas son ¿Cuál es el servicio que debemos prestar en este momento de tanto dolor y enfermedad? ¿Cuál es nuestro saber, nuestra posibilidad de participar en la solución de lo que nos está sucediendo? Al hablar de compasión, no se está haciendo alusión a sentimentalismo superficial que reduce al otro, sino a empatía, a capacidad de acompañar y constatar el sufrimiento del otro, a sentirlo como propio y a comprometernos profundamente. Esta es otra forma de amor urgente que estamos aprendiendo en horas de dificultad.
Finalmente, Fides; fe, esperanza, confianza en que podremos salir adelante. No es un sentimiento arrogante, es una vivencia de gratuidad por todos los dones que hemos recibido. La fe nos llama fuera de nosotros mismos, nos ayuda a superar el miedo, la enfermedad y la muerte, para poder realizar con todo nuestro corazón, la utilitas, la iustitia y la humanitas. Es de este modo, en este momento y bajo estas circunstancias que estamos llamados hoy a transformar el mundo y a demostrar nuestra capacidad de amar.
A todos nuestros estudiantes en colegios y universidades, a los egresados, a nuestros profesores, a la comunidad universitaria y a la humanidad en general, espero llegarles con este sencillo mensaje de amor, de solidaridad y de respeto. Vivimos tiempos difíciles, “amar es urgente”. Y san Ignacio de Loyola afirma que el amor hay que ponerlo más en las obras que en las palabras: ¡Manos a la obra!
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