Ese domingo en la tarde, luego de dejar las maletas en el hotel de la calle de Antonio Maura, llegamos, por casualidad, al barrio de Madrid que guarda uno de los más importantes pedazos de la historia de nuestra literatura. Comenzamos el recorrido en una esquina donde se enfrentan la taberna de La Daniela que anuncia cervezas, cocidos y besugos, la cervecería Cervantes (donde nos tomamos la primera caña) y la histórica Basílica de Jesús de Medinaceli. Seguimos por la calle de Jesús, pasando por la taberna La Dolores, de 1908, en donde se ofrecían vinos de Valdepeñas, cervezas frescas, tapas, gaseosas y sidras.
Para llegar a las librerías, doblamos la esquina y pasamos por la Cervecería El Diario, que tenía el menú en su fachada escrito en inglés, seguimos derecho hasta La Esquina (donde también se vendían cañas, tapas y vinos) y luego cogimos la calle de Moratín. Caminamos por el frente de La Taberna Las Letras, por una peluquería solo para caballeros diagonal a la taberna La Maripepa hasta llegar al 7 librería. Su puerta estaba cerrada y pintada con una frase en forma de círculo que decía: “El Infinito Universo Escrito” y en el centro, de rojo, un dibujo de una biblioteca.
Luego, entre la calle Moratín y la calle de Santa María vimos la placa de letras negras que anunciaba la calle de Santa Polonia, la virgen de los odontólogos. Dibujada en esa placa encima de las letras tenía una pluma en la mano izquierda y en la derecha, unas tenazas para sacar muelas. Cuentan que a ella le extrajeron de manera violenta todos sus dientes; así que no es por nada, que la consideran la abogada del dolor de muelas. En esa calle de librerías cerradas, resaltaba una puerta con dibujos de libros en grande de Romeo y Julieta, de Así habló Zaratustra, Macbeth, Martín Fierro, El Principito y las ventanas desde donde se podían ver libros exhibidos como el de Virginia Woolf. La escritora de lo invisible; Hombres elegantes y otros artículos; Largo pétalo de mar; Quiero casarme contigo (comedia) y Espejo, hombro, intermitente.
Citas literarias famosas como esta del Quijote: “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor”, son algunas de las que aparecen con letras doradas sobre el pavimento de la calle de Las Huertas en el barrio de Las Letras donde vivieron algunos de los escritores del Siglo de Oro como Lope de Vega, Luis de Góngora y Miguel de Cervantes Saavedra.
Siempre hará falta tiempo para caminar, con calma, por ese barrio de locales con música en vivo, de galerías de arte, anticuarios, almacenes de diseño, las fábricas de hacer tatuajes, la farmacia León del año 1700, el famoso mercado artesanal de Las Ranas, la plaza Santa Ana, con amigos. Siempre hará falta tiempo para ir a la imprenta donde se imprimió El Quijote (hoy la Sociedad Cervantina); caminar por la plaza de las Cortes, donde está la primera estatua del Miguel de Cervantes; por la cervecería Alemana de 1904, uno de los lugares preferidos de Ernest Hemingway. Y lo mejor, seguir las recomendaciones de los locales, como el bar El Negro de la calle Ventura por su música y su ambiente canalla. Habrá que volver a Madrid, porque nunca será suficiente Madrid. Nunca.
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