Leí por estos días que para el año 2050 las Naciones Unidas proyectan que el 70% de la población mundial vivirá en áreas urbanas. De ser cierta la predicción, y al ritmo como se “mueven” hoy en día las ciudades, el tiempo no alcanzará para desembotellar y organizar el caos que representa la movilidad en nuestras urbes.
Luego, escuché a un funcionario que se refería a la movilidad como un elemento estructurante en la vida de las ciudades, pero sobre todo, de las personas. Yo comparto esa premisa. La movilidad y todo lo que allí confluye es tan importante, que la discusión reciente en la ciudad de Manizales ha girado entorno a este tema: Una nueva línea de Cable Aéreo, trancones, mal parqueados y, como no, los huecos en las vías.
Con tanta información que circula sobre la movilidad de las ciudades, quise reflexionar sobre la posibilidad de que los huecos que existen en las ciudades fueran seres animados y pudieran expresarse. Como hecho fáctico, los huecos tienen historia: Partieron de una eventual inexistencia y de la necesidad de mejorar las condiciones de una vía en su momento, para lo cual se realizaron unas inversiones importantes que terminaron por taparlo y ahora, en su presente, volvió a su estado inicial; tienen presente, pues en la actualidad son foco de atención hasta el punto de ser titulares de medios escritos y hablados y en redes sociales; y tienen futuro, pues la eventual reparación del hueco representará, nuevamente, una inversión de recursos considerable para su solución.
Podríamos también reflexionar acerca de si los huecos tuvieran sentimientos, o por lo menos quienes tienen que ver con ellos expresan sentimientos. Los huecos pueden estar relacionados con alegría, cuando llegue el momento de que sea reparado y tapado nuevamente; o con rabia, cuando un vehículo o peatón se encuentra con uno de estos y termina dañando su vehículo o afectando su integridad; o con miedo, cuando evitamos transitar por ese lugar y, en los postulados de la teoría de la ventana rota, el mal estado de esa vía se relacione con inseguridad y abandono del sector.
Si los huecos hablaran, también podrían contarnos detalles acerca de quienes los intervinieron, con qué tipo de materiales lo hicieron y cuánto tiempo llevan sin ser intervenidos. Esa información sería bastante valiosa para no desviar la discusión en cuanto a quién o quiénes son los responsables del hueco y mejor se planteen soluciones reales y sostenibles que garanticen, como lo dije arriba, un presente y futuro seguro para este.
Los huecos pues, como se han podido dar cuenta, son una clara muestra de la vida de las ciudades y su actividad… o inactividad.
En ciudades como Bogotá, donde su malla vial se compone de más de 15 mil kilómetros y sólo un 50% se considera en buen estado, existen huecos a los cuales los habitantes de su respectivo sector le celebran, cada año, su cumpleaños en señal de protesta por la falta de intervención por parte de la Alcaldía. Pese a esto, la Alcaldía cuenta con un módulo en su página web para recibir las quejas y solicitudes de la ciudadanía específicamente para esta problemática.
Esperemos que los gobiernos sean considerados no sólo con los ciudadanos, sino también con los huecos, y los puedan tapar pronto.
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