Es pendular la oscilación de la política internacional. Durante ciertos periodos, algunos países se mueven hacia programas de avanzada, que propenden por un desarrollo constante y un bienestar generalizado de sus habitantes a través de la garantía a los derechos. Mientras ello ocurre, otros Estados expresan su hastío al sistema tradicional radicalizando sus posturas y cerrando sus puertas, limitando su inserción en el escenario global y tomando una actitud insular que aísla. Esta incertidumbre afecta todo el orbe, sin excepción. En Asia confluye el proteccionismo del capitalismo japonés con la apertura orientada al mercado del socialismo chino. En Europa convergen los problemas gubernamentales ingleses, griegos e italianos con la estabilidad suiza, noruega o danesa. África se ha caracterizado por sus conflictos étnicos, donde algunas naciones tiñen de sangre sus discursos nacionales mientras otras como Guinea Ecuatorial, Mauricio o Seychelles, desentonan con el incremento fabuloso del PIB per cápita. En medio de semejante zozobra, América Latina se encuentra en la punta de lanza por la inestabilidad de sus gobiernos.
Ecuador palpita con las protestas ciudadanas a causa de las medidas económicas adoptadas por la administración de Lenín Moreno, dentro de las cuales se encuentra el recorte salarial del 20% a empleados temporales del sector público, contribuciones especiales para empresas con ingresos de más de USD 10 millones al año, reducción del periodo de vacaciones de 30 a 15 días y, desde luego, el publicitado desmonte de los subsidios a los combustibles. Tales propuestas han sido la génesis de intensas manifestaciones de los indígenas ecuatorianos, motivando al Ejecutivo al traslado de su sede a Guayaquil y lanzando acusaciones de golpe de estado contra un sector liderado por Rafael Correa.
Perú se debate en una intensa polarización. La decisión del presidente Martín Vizcarra de disolver el parlamento, tomó por sorpresa las fuerzas fujimoristas. Esta separación legislativa se presentó con fundamento en la Constitución Política del Perú, que faculta al Gobierno para disolver el congreso, cuando le hayan sido negadas dos votos (o cuestiones) de confianza a los “Consejos de Ministros”. En medio de los avatares de la vida pública, sus opositores argumentaron que la causal invocada no se había configurado por cuanto el mandatario interpretó erróneamente un evento tácito que posteriormente fue contravenido por una manifestación expresa de otorgar el voto de confianza solicitado, por lo cual la situación además de irregular era ilegal. En medio de estos enfrentamientos por el poder, durante breves horas, el país Inca tuvo dos regencias que amenazaban con sumirlo en una profunda crisis. En un acto patriótico, Mercedes Aráoz, la presidenta en funciones nombrada por el legislativo, optó por renunciar en beneficio de los intereses supremos de la nación. Los eventos actuales no gozan de una perspectiva positiva y entre tanto muchos predican la ruptura del orden constitucional que puede afectar las bases mismas del Estado peruano.
En Argentina, el mandato de Mauricio Macri se sumió en una depresión originada por el elevado grado de impopularidad que conllevaron las reformas emprendidas para superar el hondo déficit existente tras los periodos Kirchneristas que dirigieron la nación austral desde el 2003 hasta 2015, ejerciendo el poder de forma continua durante 15 años, 6 meses y 15 días. En un acto de responsabilidad histórica, Macri asumió su papel en el declive de su gobierno y anunció una serie de iniciativas económicas dentro de las cuales se encuentran el fin del cepo cambiario, aumento de las tasas de rendimiento (interés) en 100 puntos básicos, bono de fin de año y exención del impuesto a las ganancias. Estas medidas deberán aplicarse antes de las elecciones presidenciales del 27 de octubre en espera de réditos en las curules.
Finalmente, Venezuela es la cereza del pastel. Con dos presidentes en ejercicio, una hiperinflación galopante, una emergencia humanitaria y migratoria sin precedentes que representa cerca del 10% de la población, una sensible disminución de su capacidad de producción y un modelo económico que ha probado su rotundo fracaso.
Estos ejemplos cierran de forma nefasta un balance que afecta el 26% de la economía del hemisferio y la vida de 125 millones de personas. No es exagerado argumentar que nos encontramos en crisis política, económica y social. Las vacilaciones entre la izquierda y la derecha lesionan profundamente los intereses de quienes habitamos en este lado del planeta y afectan el crecimiento sostenible, ampliando la brecha con las naciones desarrolladas.
Y mientras el mundo se cae a nuestro alrededor, seguimos viendo “Yo me llamo”.
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