Europa tiene influencia mundial. A través de varias centurias ha ejercido dominación preponderante en los territorios donde ha cultivado intereses. Como consecuencia, resulta imposible ubicar en la geografía internacional un espacio virgen a la injerencia del antiguo continente.
América latina, lejos de ser la excepción, confirma la regla. Como su hija prematura, desde los albores de su proceso revolucionario debió requerir su auxilio en desesperados intentos por estabilizar un difícil parto independentista. Países como Colombia, Perú, Bolivia, Chile, Argentina y Venezuela encontraron en las naciones mediterráneas novedosas formas de apuntalar las incipientes repúblicas a través de reconocimiento institucional, fomento crediticio y auspicio cultural que le permitió a la región definir su modelo a seguir. El sistema europeo, su cultura, moneda y esquemas jurídicos y políticos se convirtieron en un producto de exportación que ha sido adoptado para millones de personas mas allá de sus fronteras.
Nuestras naciones, que poseían una independencia embrionaria y habían proclamado su emancipación de las coronas española y portuguesa, encontraron en el Reino Unido importantes empréstitos para afianzar su sistema de gobierno, construcción de puertos y vías férreas que sirvieron como puerta de entrada a las mercaderías e impulsaron el comercio de materias primas, en las cuales el nuevo continente era abundante. Esta simbiosis fomentó una relación de valor estratégico que facilitó un control monopolístico en sectores claves. Nada podía dejarse al azar. Al otorgarle créditos a América se garantizaba su control por varias décadas, que aún después de dos centurias no ha desaparecido.
A pesar de la existencia de un mundo multipolar que divide el centro de poder por todo el orbe, la influencia europea sobre nuestro suelo aún se hace sentir. Mientras otros países utilizan su capacidad balística y respaldan el uso de la fuerza bruta para demostrar su apoyo a naciones como Venezuela o Nicaragua, el viejo continente emplea medios sutiles pero más eficaces, como la diplomacia o las finanzas para no perder su hegemonía. En efecto, en la actualidad operan en Colombia cerca de 450 empresas españolas en sectores tan importantes como la banca, la minería, los hidrocarburos, la generación de energía o la construcción. La influencia gala se hace sentir a través de mas de 150 filiales que generan mas de 100 mil empleos directos y facturan cerca de 15 mil millones de dólares al año en retail, transporte e industria farmacéutica. Alemania ha plantado su bandera en cerca de 200 empresas. El Reino Unido, con más de 50 compañías, hace presencia en suelo criollo. Este listado podría extenderse a cada una de las naciones que componen el viejo continente y sobre ellas encontraríamos intereses que crecen en nuestra patria.
La influencia que América ha recibido del continente europeo ha sido determinante para su formación. De ellos hemos adoptado la cultura occidental, el sistema jurídico y político, su modelo económico y su visión de los valores democráticos que nos inspiran. Este no es un juicio de valor, es una realidad tangible que se percibe en aspectos tan variables que van desde encender un televisor o comprar un vehículo, hasta depositar el sufragio para unas elecciones presidenciales.
No cabe ninguna duda que América es hija de Europa, que somos herencia suya y que nuestras costas y el territorio que éstas rodean son una extensión mediterránea. Con todo, a lo largo de los últimos dos siglos parece que solo uno de los extremos de esta relación se ha beneficiado y que las riquezas que se han generado de este influjo se resguardan en beneficio de una sola de las partes, mientras la otra permanece miserable, estigmatizada y famélica a las sombras de su hermana mayor, lo cual permite recordar a Eduardo Galeano al indicar que “La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder”. Mientras esto no cambie, Europa mantendrá una deuda histórica con los pueblos latinoamericanos que aún conservan sus saldos en rojo.
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