Carlos Mario Marín lleva apenas ocho meses ejerciendo el cargo de alcalde de Manizales. Y en estos ocho meses, algunos columnistas se han dedicado a criticar su gestión, señalándolo de incompetente, pantallero, mentiroso, megalómano, soberbio, prepotente, maltratador y dictadorcito. Algunos críticos han dicho que ha dejado al garete la administración para dedicarse a tomar trago durante un fin de semana en la Reserva de Rioblanco. Y hasta han dicho que se internó en la Clínica San Juan de Dios por cuestiones de salud mental. Han llegado al colmo, incluso, de decir que tiene “arrebatos de niño caprichoso”. Quienes lo critican no tienen ojos para ver las cosas buenas que ha realizado en su administración, ni son capaces de reconocerle que tiene liderazgo como presidente de Asocapitales.
Las críticas contra Carlos Mario Marín hay que tomarlas como fruto del desconsuelo reinante entre la clase política tradicional por haber perdido la Alcaldía de Manizales en una lucha política desigual. La Administración de una ciudad que maneja un presupuesto de 600 mil millones de pesos al año es un excelente botín para quienes solo piensan en lucrarse personalmente de la actividad política y no en solucionar las necesidades de las clases vulnerables. Digo lucha desigual porque en Manizales nadie llegó a pensar que una campaña que solo invirtió 125 millones de pesos para obtener el respaldo en las urnas de más de 75 mil ciudadanos pudiera derrotar a otra que invirtió más de dos mil millones de pesos en su intento por mantenerse en el poder. Este fue un golpe que no han podido asimilar.
No todo lo que dicen los críticos del actual alcalde de Manizales se puede aceptar como verdad revelada. Sobre todo porque algunas de esas críticas contra su gestión son hechas por alguien que vio frustrada su aspiración de llegar a la Asamblea de Caldas y, por ende, la llegada del candidato de sus preferencias a la Alcaldía, que no era otro que Jorge Hernán Mesa, el candidato respaldado por el grupo político del cual hace parte, el Centro Democrático. Pierde objetividad un analista de la realidad política cuando todo lo mira con el prisma de sus conveniencias. Si quiere conservar independencia y objetividad, Jorge Enrique Pava, el columnista monotemático que posa de adalid contra la corrupción, no debería aspirar a cargos de elección popular.
Es el mismo caso del concejal Víctor Hugo Cortes. Sus críticas hay que recibirlas con beneficio de inventario. Todo porque es un simple viudo de poder, que cumple una tarea encomendada por su jefe político para tratar de poner en tela de juicio las acciones de una administración bien intencionada, que no entrega nada a dedo y le ha cerrado las puertas al clientelismo. Decir, como lo ha hecho este concejal, que el alcalde estuvo recluido en la clínica San Juan de Dios, es fruto de su imaginación. Como lo es afirmar que Carlos Mario Marín se confinó un fin de semana en la Reserva de Rioblanco para ingerir licor. Falta a la verdad al aseverar esto. Desde hace dos años al alcalde de Manizales renunció a la ingesta de licor. Y en lo referente a su salud mental, siempre ha estado en sus cabales.
Carlos Mario Marín le ha ahorrado al municipio recursos importantes. En el primer semestre del 2019 la Alcaldía pagó por servicios de transporte $1.440 millones. En el primer semestre de este año, el pago fue de $743 millones. El uso programado del transporte significó un ahorro de $697 millones. De otro lado, la planta de personal temporal pasó de 256 funcionarios en el 2019 a 155 en el 2020. Esa nómina, por lo tanto, se redujo de $850 a $500 millones mensuales. Aquí hay un ahorro de $4.200 millones por año. Y en la contratación de seguros, hubo un ahorro de casi mil millones de pesos. ¿No son estas cifras prueba de que está manejando los recursos del municipio de manera transparente? Pero esto, desafortunadamente, no lo ven sus críticos.
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