Son varias las obras que los tres departamentos que conforman la unidad geográfica llamada Eje Cafetero han venido ejecutando para alcanzar su desarrollo armónico. Aunque los tres entes territoriales tienen una misma vocación agrícola, sus ciudades capitales poseen fortalezas distintas. Manizales, por ejemplo, es ya la Ciudad Universitaria. Pereira, por su parte, es un eje industrial. Armenia, mientras tanto, se consolida como destino turístico. Sin embargo, las tres capitales tienen un mismo destino: la conurbación. Por lo tanto, deben trabajar unidas para lograr que el Gobierno nacional impulse obras de infraestructura que beneficien a los tres departamentos.
Pensar en la ciudad región no es una utopía. De hecho, ya se habla de esta posibilidad como una manera de sumar sinergias para construir una cultura ciudadana. La integración regional propende por alcanzar metas de desarrollo que involucren a los tres entes territoriales. Sólo pensando en hacer de la región un polo de desarrollo integrado las tres ciudades capitales podrán proyectarse al país como zona propicia para la inversión, como región con atractivos turísticos comunes, como espacio para generar formas de producción que mejoren la calidad de vida. Las autoridades de los tres departamentos deben apostarle a la integración regional.
Los tres entes territoriales que conforman lo que Otto Morales Benítez llamó el Gran Caldas tienen una identidad común: la producción cafetera. Pero, más que esto, tienen unas mismas raíces. Caldas, Quindío y Risaralda son fruto de la colonización antioqueña, porque conformaron hasta 1905 eso que se llamó la Antioquia Grande. Hasta el primero de agosto de 1966, día en que se produjo la desmembración de Quindío, las tres regiones eran un solo tronco, esa mariposa verde que Luís Carlos González cantó con tanto orgullo. El primero de enero de 1967 se rompe esa unidad regional al hacerse realidad la creación de un nuevo departamento: Risaralda.
El desarrollo del Eje Cafetero debe ser un objetivo común. La región necesita complementarse, nutrirse de sus fortalezas, hacer causa común para conseguir que desde el Gobierno nacional se le mire con ojos distintos. Ya se están dando pasos importantes en este sentido. Pero es necesario mirar más allá, trabajar unidos para alcanzar objetivos. La Autopista del Café nos ha acercado, el Túnel de la Línea acortó la distancia con Bogotá, el Puerto de Tribugá será nuestra salida al mar. Estas obras hay que mirarlas con sentido de pertenencia, valorando lo que significan en nuestro camino hacia la industrialización.
Las tres obras favorecen por igual a los tres departamentos. Dos son ya una realidad. Queda seguir trabajando para que el Puerto de Tribugá se concrete. La Doble Calzada nos permite disfrutar como hermanos la belleza de nuestros paisajes y, desde luego, mejoró nuestras comunicaciones, reduciendo considerablemente el tiempo de viaje entre las tres ciudades. El Túnel de La Línea facilita el transporte de nuestros productos hacia el altiplano cundiboyacense, ahorrándole consumo de combustible al transporte pesado. Por su parte, el Puerto de Tribugá nos conectará con el continente asiático, abriéndole nuevos mercados a nuestros productos.
Nuestro desarrollo depende de la voluntad política de nuestros gobernantes para dejar de lado las cosas que en un tiempo nos separaron y, en cambio, comprometerse con obras que, reclamándolas en bloque, pueden hacerse realidad. Si convertimos la región en un destino turístico común todos nos beneficiamos. El torrente turístico que hoy llega a los parques temáticos del Quindío puede desplazarse hasta Manizales para disfrutar el atractivo del Nevado del Ruiz, o a Pereira para admirar el progreso de una ciudad que está creciendo a un ritmo vertiginoso. Si explotamos juntos estas fortalezas podremos convertirnos, como la Costa Atlántica, en un destino común para los turistas.
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