Característica de los países desarrollados, que han recorrido miles de años de experiencias buenas y malas, es la estabilidad de los sistemas. En cambio, quienes gobiernan pueblos en formación experimentan haciendo y deshaciendo. En Colombia, cuatro ejemplos ilustran el aserto: A principios del siglo XX, con discursos, champaña y voladores, se inauguró el ferrocarril, que se extendió por buena parte del país, llevando y trayendo carga y pasajeros. Inicialmente operadas las locomotoras con carbón mineral, evolucionaron hasta las generadoras eléctricas. En las estaciones se construyeron hermosos edificios de estilo republicano y hasta hoteles, como en Buenaventura. Años después, sepultaron el sistema las malas administraciones, la corrupción, un sindicato voraz y los consejos de un asesor internacional, que buscaba favorecer a las automotoras de Detroit, en los Estados Unidos, y a las petroleras. Ese señor, míster Lauchlin Currie, sentenció que el sistema era demodé.
Cien años después de inaugurados los ferrocarriles nacionales de Colombia y después de cuarenta de haber sido liquidados, se emprende su restauración, siguiendo el ejemplo de los países más avanzados en transporte económico y amable con el medio ambiente.
El cable aéreo Manizales-Mariquita, el más largo del mundo en su momento, con conexión Manizales-Estación Guacaica, orgullo de la ingeniería y recurso de pasajeros, comerciantes, exportadores de café e importadores de variadas mercancías, se desmontó cuando llegó la aviación comercial y se abrió la carretera del Magdalena. La forma fragmentada como se otorgó la construcción de esta vía, para satisfacer apetitos locales de Caldas y el Tolima, terminó haciendo una culebra sobre la cordillera, con las especificaciones más absurdas. Su mantenimiento ha costado sumas incalculables, con las que se pudieran haber hecho viaductos y túneles y acortar distancias.
Ahora propone una firma francesa construir un nuevo cable aéreo desde Manizales hacia otras regiones, dadas las condiciones topográficas de la región, los costos de mantenimiento de las carreteras y los efectos medioambientales de los combustibles fósiles. “Lo estamos pensando”, dice la alta burocracia…
Las ideas de Keynes, resumidas en la ecuación Desarrollo=inversión- producción-empleo, desechadas por el desarrollismo, la voracidad monetaria y el neoliberalismo, ante la crisis derivada de la concentración de la riqueza y la desigualdad social, ahora son objeto de coqueteos, tras 50 años perdidos, desde cuando “genios” financieros, en trance de estadistas, estrenaron innovaciones que han disparado la pobreza y alimentado revoluciones depredadoras.
Y la paz que el odio volvió trizas, ahora es buscada por quienes la masacraron, con un nuevo acuerdo, esta vez con grupos armados distintos. Así se “avanza”.
“Monólogos de Florentino. Reflexiones de un ideólogo empírico”: Librería Ágora, Palermo; Papelería Palermo; Droguería Milán, Alta Suiza; Librería Odisea, centro.
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