Los oficios, como la ropa, los electrodomésticos, los instrumentos de comunicación y los vehículos, entre otras cosas, pasan de moda, pierden valor y se desechan, en la medida que los procedimientos se simplifican, las máquinas los sustituyen y se encarece la mano de obra. Zapateros remendones, talabarteros, herreros, planchadoras de ropa, lavanderas, telegrafistas y telefonistas, pajes, ayudas de cámara y nodrizas (los niños “maman” leche de tarro), no solo escasean, sino que algunos desaparecieron definitivamente.
Los herreros, por ejemplo, son historia. Ellos hacían chapas para puertas con unas llaves grandes que no había sino una para cada casa, y fueron reemplazadas por cerraduras pequeñas de fabricación alemana. También hacían herraduras para mulas y caballos y las ponían. Ahora las hace en serie la industria metalmecánica. Las herraduras de las bestias finas, de exposición, son, como los zapatos de sus dueños, importadas. Algo parecido a los zapatos que usa el caudillo de extrema izquierda, que defiende a los marginados de la sociedad (¿?).
Los ejemplos de profesiones en vías de extensión cunden, pero algunas, como la agricultura, preocupan. La arrogancia de los economistas neoliberales que se subieron al tren de la globalización y la apertura económica cuando el petróleo se cotizó a 150 dólares el barril y decían que para qué cultivar la tierra si con los dólares de la exportación de hidrocarburos se podía importar comida, no calcularon la destorcida. El petróleo bajó hasta 27 dólares el barril, mientras los alimentos importados seguían al alza. Por su parte, los ganaderos insisten en que la agricultura es un negocio de pobres. Paradójicamente, en un país de vocación agrícola, con tierras en abundancia, no se producen alimentos suficientes y mueren personas por desnutrición.
Marco Tulio Cicerón, el brillante retórico latino, que nació y murió poco antes de la era cristiana, docto en variadas disciplinas intelectuales, refinó su cultura en Grecia. Ahora los “doctores” amplían sus conocimientos en Estados Unidos o Europa, no para saber más sino para abultar la hoja de vida y acceder a cargos mejor remunerados. Cicerón, en su obra De officiis, que no es necesario saber latín para deducir que se refería a los oficios, afirma que “La agricultura es la profesión propia del sabio, la más adecuada al sencillo y la ocupación más digna para todo hombre”. Los conductores políticos grecorromanos, como Cicerón, valoraban en todo su alcance la producción agrícola, y el trabajo de los agricultores, porque reconocían que la comida es esencial para los seres vivos. Sin embargo, desde siempre el trabajador del campo ha sido por-de-bajeado en la sociedad, explotado por los terratenientes, desconocido por las academias, mantenido en la ignorancia y tenido en cuenta apenas para efectos electorales.
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