Como dice la filosofía popular, “todo extremo es vicioso”. Entre la pobreza extrema y la riqueza desproporcionada hay un término medio que es la solvencia, o capacidad de atender un estándar de vida suficiente, sin carencias ni ostentaciones. Ese es el ideal. Desde los lejanos tiempos del feudalismo, se instituyó el vasallaje para mantener a los pobres en condición servil, tanto que los señores feudales eran, según una fórmula perversa, “dueños de vidas y haciendas”. Es decir, que los poderosos podían disponer de sus subordinados no sólo para la producción de la tierra sino para solazarse con sus personas como si fueran objetos de diversión. La sumisión llegó al colmo de que el patriarca pobre se enorgulleciera de que el amo poseyera a sus hijas y a su mujer. Jerarcas religiosos, por su parte, han exaltado la humildad y la pobreza como fundamentales para la salvación del alma y los goces de la vida eterna. La sumisión económica y cultural de los débiles garantiza su permanencia en la feligresía. La religiosidad de los poderosos tiene más de fachada que de fondo. Entre caudillos, soberanos, papas y cardenales; así como rabinos, bonzos, imanes, lamas y ayatolas se creó una “liaison” para mantener la fidelidad de los pobres con limosnas e ignorancia. Así garantizan los dueños del poder óbolos, servicios personales baratos y votos. Estos últimos, utilizando a los pobres para sostener la desteñida democracia con sufragios cautivos. También, para que pongan el pecho en la vanguardia de las confrontaciones armadas, que los organizadores miran de lejos.
Distintos a los poseedores de fortunas ancestrales, empresarios exitosos y honestos, creativos, científicos o artistas son los ricos emergentes. Éstos alimentan su ambición con el mal ejemplo de vedetes escandalosas, ejecutivos corruptos, criminales y mafiosos, cuyos lujos y extravagancias les hacen soñar con acostarse pobres y amanecer ricos, sin hacer el recorrido por la formación, el trabajo, la creatividad y el juicioso manejo de las finanzas personales.
La historia sirve para conocer que en el sube y baja de las naciones, bajo el poder de mandatarios de variados estilos, unos déspotas, otros crueles y algunos humanistas, siempre han estado presentes los pobres para ser utilizados. Los intentos de algunos gobernantes por crear un equilibrio que garantice bienestar general, con las diferencias razonables, porque la igualdad total es utópica, han logrado refrescantes períodos de paz, abundancia y prosperidad, que se derrumban cuando ganan el poder caudillos populistas, megalómanos y ególatras delirantes, que seducen a los pobres con limosnas. Después, en las nebulosas de tronos surrealistas, expresan: “Pobres… me suenan, me suenan.”
“Monólogos de Florentino. Reflexiones de un ideólogo empírico”: Librería Ágora, Palermo; Papelería Palermo; Droguería Milán, Alta Suiza; Librería Odisea, centro.
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