Gobernantes de todos los niveles, desde la presidencia de la República hasta la alcaldía del más pequeño municipio, pasando por las gobernaciones de los departamentos y otras instancias administrativas con influencia en la sociedad y manejo de recursos públicos, cuando aspiran a los cargos proclaman una lista de actividades que planean ejercer para sacar las comunidades que van a representar de sus falencias y convertirlas en algo igual o semejante a los países o las ciudades más prósperos del mundo. Los aspirantes al primer cargo de la nación echan mano de las estadísticas que suministran las organizaciones gremiales, el DANE y el Banco de la República, con las variables macroeconómicas más sensibles al bienestar personal y al bolsillo de los ciudadanos del común, para proclamar que tienen las fórmulas para superarlas y convertir el país en “el Japón de Suramérica”, demostrar que “sí se puede” y gritarles a los colombianos a pecho herido: “bienvenidos al futuro”. Pero como “del dicho al hecho hay mucho trecho”, la realidad se encarga de bajarlos de la nube para que aterricen en la realidad.
Un indicativo fundamental de la situación de un país es el crecimiento de la economía, que genera recursos para la salud, la educación, la seguridad, el empleo, la infraestructura y demás ítems menores, que reflejan el bienestar o la depresión del conglomerado social. Entonces, mandatarios, equipos económicos, gremios, academias y demás gurús de las más altas instancias del poder y el conocimiento fijan metas que les permiten sacar pecho cuando se cumplen; o les sirven de “consuelo de tontos” cuando son bajas, pero superiores a las de otros países comparables. Lo que no explican los “sabios” es adonde se quedan los mayores porcentajes del crecimiento económico; cuánto de él irradia a los sectores más pobres y al desarrollo de la producción tecnológica, científica, agropecuaria y manufacturera; cómo contribuye a incrementar la clase media; y qué volumen de divisas aporta a fortalecer el ahorro, para blindar el futuro y tener un colchón de reservas que amortigüe un eventual bajonazo de la economía, por circunstancias internas o externas impredecibles.
Otro espejismo es el empleo, que analistas a sueldo del Estado, o representantes de los “cacaos”, que devengan sueldos astronómicos, muestran en cuadros estadísticos policromados que una familia “tipo” no es pobre con ingresos menores a un millón de pesos mensuales, o que limpiar parabrisas en los semáforos o vender chicles es “trabajo informal” y no desempleo. Esos “genios” también aseguran que entregar recursos de regalías a las regiones, para que se inviertan mal o se los roben es repartir la riqueza. Excepciones hay, que sí pueden sacar pecho.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015