El expresidente de los Estados Unidos, Barak Obama, autor del libro Una Tierra Prometida, (Random House Grupo Editorial, Colombia, 2020), advierte que su obra es prolija, no sólo porque los temas tratados así lo exigen, sino porque esa es una condición natural suya: extenderse en la presentación de los asuntos, tanto por escrito como en discursos y entrevistas. Reconoce Obama que con frecuencia le ha “sonado la campana” cuando está hablando en un foro cualquiera, por exceder el tiempo señalado; o sus asesores le hacen señas, entre ellos su esposa, Michelle. Las 846 páginas de la obra son comprensibles (y se anuncia una segunda parte), porque el autor es minucioso analista de su trayectoria como académico, parlamentario y gobernante, incluido el día a día en la Casa Blanca, durante dos períodos presidenciales en el país más poderoso del mundo. Además, vincula en todas sus memorias a su familia y al variado entorno donde ha discurrido su vida.
El carismático autor es ameno, detallista y didáctico. Así, el lector entiende cómo funciona la democracia en un país complejo, por el tamaño de su territorio, la diversidad económica, la densidad poblacional de grandes ciudades, la variedad de etnias, con sus particularidades culturales; el respeto por las libertades individuales y el apego al concepto de democracia representativa, que constituye la razón de ser del Estado, que la institucionalidad de los Estados Unidos exhibe y defiende ante el mundo con todos los recursos de su poder, incluido el militar.
Barak Obama se manifiesta en el libro como un hombre de múltiples y variadas lecturas, asimiladas en sus contenidos esenciales, fundamentados en el humanismo, la tolerancia ideológica, la justicia social y la capacidad de comunicarse para obtener consensos y, finalmente, decidir qué es lo más conveniente para que la humanidad sea mejor. Esa variedad de lecturas le permite a Obama sumergirse en las idiosincrasias de los pueblos, para formar su liderazgo con modelos seleccionados, para bien o para mal. En esto coincide con Honorato de Balzac, quien afirmada que “La novela es la historia secreta de los pueblos”. Y la forma más grata de entenderla, se puede agregar.
La lectura de Una Tierra Prometida, para consuelo de los colombianos inconformes con sus gobiernos y con las instituciones y normas que los rigen, destapa una realidad: la democracia, aquí, en Colombia, y allá, en los Estados Unidos, ha sido estable, en comparación con otros países de la región, en los que las satrapías han sido una constante. El sistema de la separación de poderes y la representación popular en el legislativo funciona, como corresponde a democracias representativas, con los mismos defectos y virtudes. Sigue.
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