Sociólogos y magistrados tendrán cada día más trabajo, en la medida que la ambición trabaje día y noche. Se volvieron pan de cada día las noticias de que los herederos de una gran empresa están envueltos en líos judiciales, por evasión de impuestos, lavado de activos, homicidios culposos, empresas ilegales…, y que los fiscales tienen testimonios de subalternos de esos empresarios, de personas afectadas o de autoridades de vigilancia económica, suficientes para procesarlos, por lo que terminan gastándose en abogados defensores y en compra de testigos los ingresos extraordinarios que obtuvieron con sus torcidos. Esos encopetados empresarios no oyeron decir que “la ambición rompe el saco”.
Las carreras desaforadas por acumular riqueza y poder no tienen sentido, cuando quienes compiten son personas mayores, que lo lógico es que consoliden patrimonios que les permitan vivir la vejez plácidamente, viajar, apoyar a la familia para que progrese y acostarse a dormir tranquilos. Oír más música y menos noticias, no estar pendientes de lo que tienen los demás para ver cómo se lo quitan y estudiar formas ilícitas de no pagar impuestos.
Varios casos han copado los espacios noticiosos, que causan entre asombro y rechazo. Como ver a un señor setentón, millonario en dólares, con el cartel de reo colgado del cuello, porque no se contentó con lo que tenía en su empresa financiera, sino que abrió otras de fachada en paraísos fiscales, para lavar a través de ellas dineros de mafiosos y esconderles plata a los evasores de impuestos.
Los constructores que tomaron el mando de la empresa que había creado un patricio, ingeniero, político y financista, retirado al calor de sus afectos y de su prestigio, que por ser más “eficientes” en sus balances construyeron edificios que se derrumbaron por mal calculados y por la utilización de materiales deficientes, provocando decenas de muertos y dejando en la ruina a quienes los habían adquirido, sin vivienda, sin plata, con la deuda en los bancos viva y arrimados donde los familiares. Pero, gracias a la habilidad para enredar los procesos, los constructores no indemnizan a los afectados y finalmente obtienen una condena excarcelable.
Y qué tal la señora, rectora de una universidad de la que su marido era dueño, que lo hizo matar para quedarse con sus bienes. Y ahí está, chapaleando con la justicia, por querer enriquecerse prematuramente.
Doblemos la doliente hoja, y, a propósito de ricos y herederos, en el club América de Armenia se tomó unos tragos un caballero y cuando pagó la cuenta le dio 500 pesos de propina al mesero. Éste le dijo: -¡Eh ave María, don Matías, usted sí es muy infeliz! Si hubiera sido su hijo, me habría dado por lo menos 5.000 pesos. A lo que replicó el socio: -Es que él tiene papá rico y yo no.
* El libro “Las trochas de la memoria” puede adquirirse en la librería Ágora (Palermo) teléfono 8876533 o solicitarlo al 3108391277.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015