Indro Montanelli (1909-2001), periodista, escritor e historiador italiano, autor de libros reveladores, con objetividad y lenguaje ameno lleva al lector por escenarios donde actuaron quienes han sido protagonistas de la historia, responsables de lo que ha pasado. Grecia, Roma y Edad Media son una triada de obras sobre las grandezas y miserias de los conductores de las culturas que han sido modelos para Occidente y para los estilos de gobierno, que unas veces deliberan y otras deliran, inspirados en paradigmas que varían en sabiduría, métodos y vocación de grandeza. Unos pueblos, más maduros, se estabilizan; y otros, biches todavía, suben y bajan sin lograr lo que los sociólogos llaman “desarrollo sostenible”. Al final de Grecia (Círculo de lectores. Bogotá, 1967) Montanelli hace esta revelación (página 275):
“(…) los griegos degeneraron en un materialismo general, cuyo objetivo eran los placeres. Para la masa popular, sobre todo en Atenas, nada había más importante que las fiestas y las funciones teatrales gratuitas. No necesitaban trabajar, pues el Estado subvencionaba a cuantos cumplían sus pretendidos deberes ciudadanos y les alimentaba sin exigirles nada a cambio. Este sistema perjudicaba la moral popular. Aristóteles comparaba esta ayuda a un tamiz: lo que se echa en él se cuela al instante. Además, incita a las masas a exigir cada vez más.
“El ateniense medio sólo veía en el Estado un organismo encargado de distribuir subsidios y organizar festejos. (…) la defensa de la ciudad se confió a mercenarios, símbolo de la decadencia de la época y la señal más evidente de la desaparición de los sentimientos cívicos (…) (…) todos hablaban de sus derechos, pero nadie de sus deberes, el fraude y la prevaricación eran habituales y eran inútiles los organismos de control; ¿para qué si ellos también se dejan sobornar? Se creyó que nuevas leyes estimularían los sentimientos cívicos y se promulgaron infinidad de decretos. El resultado fue que nadie se entendió en este dédalo* de leyes y reglamentos y, en la práctica, cada quien obraba a su antojo. Lo positivo de la democracia ateniense se iba borrando, en tanto que los gérmenes de desorden (…) crecían sin obstáculos. (…)” *Laberinto.
Esto pasaba en Grecia antes de la era cristiana y sucedió después en Roma. El poderoso imperio se derrumbó “al peso de su propia podredumbre”, cuando la fórmula “pan y circo” y la molicie de los emperadores dieron al traste con la gloria y la grandeza. Caudillos populistas en Latinoamérica, “estadistas” de pantalla y pasarela, pueden llevar a sus pueblos a desbarrancaderos semejantes.
Mi libro “Monólogos de Florentino. Reflexiones de un ideólogo empírico”: Librería Ágora, Palermo; Papelería Palermo; Droguería Milán, Alta Suiza; Librería Odisea, centro.
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