Esperanza Jaramillo, poeta, y Olga Lucía Jordán, fotógrafa, se lanzaron a la aventura de conocer Egipto, Israel y Jordania, tres países del norte de África y Medio Oriente, en un largo recorrido, humano y cultural, no exento de sobresaltos, por las turbulencias políticas y religiosas que viven esas regiones, al tiempo que han sido, desde épocas lejanas, escenario de historias que reseñan el desarrollo de la humanidad; y de conflictos bélicos recurrentes. Las lecciones de historia aprendidas por Esperanza y Olga Lucía en la escuela secundaria, matizadas con fantasías místicas y heroísmos de fábula, no siempre fueron objetivas. Estaban sujetas a las creencias de los maestros, en un sistema educativo confesional. Igualmente, el contenido de lecturas dispersas en novelas, ensayos y poesías de diversos autores, son subjetivos en su ideología, según las tendencias ideológicas y los credos religiosos de cada cual, casi siempre judeo-cristianos o musulmanes, que son la constante ética, espiritual e ideológica, en el ambiente propio del entorno, familiar y social, de personas intelectualmente inquietas, como Esperanza y Olga Lucía.
Con mentalidad liberal, librepensadora y humanística, las viajeras iban a verificar por percepción propia culturas y geografías conocidas de oídas y leídas, con curiosidad y sin prejuicios, provistas, la una de cuadernos de notas y la otra de cámara fotográfica, atentas a registrar lo que veían y oían, para escribirlo y captarlo gráficamente. La realidad, no pocas veces se apartó de lo conocido teóricamente, y las defraudó, cuando verificaron que muchas de las maravillas que deslumbran a los cronistas de la historia antigua fueron construidas por esclavos, “estimulados” con el látigo infame, para satisfacer la vanidad de poderosos gobernantes endiosados, quedando “sangre, sudor y lágrimas” de centenares de miles de trabajadores adheridos a la fastuosidad de la piedra.
Al regreso, la tarea de las viajeras era ordenar el material recopilado, dándole forma de relato histórico, geopolítico, poético y gráfico. El producto final fue un libro excelente, verdadero clásico, digno de “codearse” en los anaqueles de las bibliotecas con los más selectos, escrito por Esperanza e ilustrado por Olga Lucía, cuyo título es poético, para comenzar el asombro: El incierto color de la luz*. Desde ahí se insinúa la belleza del contenido. Por sus páginas, de contenido interesante, ameno y hermoso, navega el lector sobre la calma o las turbulencias de la historia, la filosofía y la literatura, para descubrir comunidades miserables que sobreviven milagrosamente, al lado de la ostentación de gobernantes y jerarcas religiosos, ávidos de poder y riqueza, ajenos a los predicados de sus propias teorías de bienaventuranzas y obras de misericordia; y del ideario de sus profetas y mentores espirituales.
Frente a la realidad, la historia y las creencias religiosas se decantan. Las lecciones de los maestros resultan insulsas y los hechos, afectados durante siglos por variables políticas, sociales y culturales, exhiben realidades ingratas.
Dice Esperanza: “(…) entendí que es posible reinventar el destino, desde la hondura del dolor y de la alegría, con los hilos sueltos que nos deja la vida”.
*Jaramillo, Esperanza. El incierto color de la luz, Biblioteca de Autores Quindianos, Armenia, 2021.
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