La sabiduría elemental, primaria, rudimentaria, artesanal…, que no conoce aulas, pupitres ni maestros, a veces resuelve los asuntos más acertadamente que los cenáculos de “doctores”, “magísteres” y demás presuntuosos académicos, muchos de cuyos títulos se venden en los mercados de pulgas intelectuales. O en los almacenes agáchese de universidades de garaje, a las que inexplicablemente acredita el Ministerio de Educación, para que llenen de mediocres y corruptos escenarios tan trascendentales institucionalmente como el Congreso Nacional y otros entes de la administración pública y privada. Esa dolosa modalidad incluye universidades extranjeras, del vecindario geográfico, y de Estados Unidos y Europa, cuyos diplomas, expedidos después de una breve asistencia de los aspirantes y un jugoso pago de “derechos académicos”, acreditan títulos que dan caché a quienes los ostentan.
La frivolidad y el esnobismo creen que lo extranjero es óptimo por sí mismo, porque desconocen que la falta de ética y el afán de lucro, como el espíritu divino, están en todas partes. La calidad de algunos de esos egresados, que desempeñan altos cargos administrativos o legislativos que deciden la suerte de las comunidades, es melancólica. Peor que lo anterior, es que a la dirección de universidades de alguna nombradía llegan arribistas inescrupulosos a enriquecerse con la venta de títulos, echando por tierra el concepto de “alma máter”, que enaltece la educación superior. Algunos templos de la sabiduría, destinados a ser forjadores de líderes y científicos, gracias al facilismo y a la corrupción han sido reemplazados por Google, recurso providencial de los mediocres.
Volviendo al tema inicial, a la sabiduría elemental, don Julio Jaramillo, agregado en Pavía, una finca de mi papá, disolvía los comentarios fatalistas provocados por situaciones económicas o climáticas difíciles, que son recurrentes, con una frase tan certera como contundente: “Lo que hace que me conozco he oído decir que la situación está muy mala y que en Honda hace mucho calor. Ni lo uno ni lo otro ha cambiado”. A lo que puede agregarse que cada época trae su angustia, reflexión que también proviene de la gleba, del barro elemental del pueblo.
Lo que pasó, es historia y experiencia. La actualidad es evidencia. Y el futuro se construye con materiales de los dos anteriores, ampliados, corregidos y mejorados, con mentalidad positiva y vocación de grandeza. Quienes obran con mezquindad, buscando culpables antes que soluciones, como quien pregunta quién dejó la vela prendida en vez de traer agua para apagar el incendio, terminan como Edith, la mujer de Lot, a quien le pudo la curiosidad, convertidos en estatuas de sal. Así pasan a la historia, por incapaces, cuando son gobernantes.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015