Einstein es un personaje fascinante de la historia del siglo XX, no solo por su genialidad en ciencias exactas sino por su razonamiento filosófico. Además de que era un espíritu sensible a la música, que expresaba como violinista, afecto especialmente a Mozart y Bach, cuyas obras interpretaba con acierto y deleite. De sus teorías físicas y cosmológicas, y demás descubrimientos científicos que develó su talento, los legos no entendemos nada. Pero sus razonamientos sobre asuntos comunes a cualquiera medianamente pensante calan fácilmente. Su espíritu liberal rechazaba el militarismo, respetaba el individualismo, desdeñaba el consumismo y la riqueza ostentosa y abogaba por la igualdad social. Agnóstico pero no ateo, reconocía la armonía y la belleza de la mente de Dios, que se expresaba en la creación del universo y sus leyes. Cuando Einstein decía que “…la curiosidad es más importante que el conocimiento”, proclamaba una invitación a la creatividad, a inventar lo que hace falta, a entender los misterios que asombran a la humanidad.
Algunas personas tienen mentalidad aritmética, proclive al perfeccionismo, a la exactitud, mientras que otros son “aproximadamente”, más o menos. Aquéllos son químicos, ingenieros, arquitectos, científicos y similares, oficiantes de las ciencias exactas, mientras que los otros, los “más o menos”, se inclinan por las disciplinas emocionales, como las artes plásticas, la música, la filosofía y la literatura, cuyas técnicas son subjetivas, casuísticas, imaginativas, que idean escuelas más que afiliarse a las existentes; o a las que crean los críticos, que dicen cómo hacer lo que ellos no saben hacer.
Einstein era científico, matemático y filósofo. Un humanista completo. De sus análisis del tiempo, la velocidad, las distancias, el calor, el volumen y la masa entienden unos; y de sus razonamientos lógicos disfrutan otros. Los primeros, matemáticos y científicos, pueden aplicarse a proyectos prácticos, para entender lo que existe y es un misterio, o crear lo que hace falta para entender el mundo y avanzar; y con los otros, con los raciocinios filosóficos, se puede volar por los espacios de la formación intelectual y moral. Ahí juega la historia, que es el registro episódico del devenir humano, que en sana lógica debe refinar los procesos socio-económico-políticos, para que las comunidades se perfeccionen y tengan una calidad de vida que mejore con el transcurso de tiempo.
Para responder cuáles consideraba prioridades en la educación, Einstein dijo: “Debería hacerse hincapié en la enseñanza de la historia, estudiar extensamente las personalidades que beneficiaron a la humanidad a través de la independencia de carácter y de juicio”. Aquí, mientras se mira el panorama de la política colombiana, y el “talento” que gobierna el país, se puede sacar el pañuelo.
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