Cuando pase la alteración del orden social que ha generado el virus de moda; las aguas de la vida colectiva regresen a sus cauces; los poderes públicos asuman las funciones propias de cada uno y el ejecutivo se libere de la carga que significa desempeñarlos todos; las diferentes actividades económicas se reactiven para bien de los empresarios, sus trabajadores y las familias de estos; las reuniones de organismos colectivos puedan realizarse presenciales, con ropa formal y sin mamás sesionando con bebés en pataleta; el transporte vuelva a funcionar con normalidad y la gente pueda ir y venir sin restricciones, dentro y fuera del país; los turistas disfruten de playas, paisajes y gastronomías regionales; termine la expedición constante de decretos oficiales con fuerza de ley, sin control ninguno; y los medios de comunicación cambien de tema…, ese día se dará la largada a dos competencias que provocarán nuevas expectativas, y pondrán a prueba la adrenalina y la paciencia del público: las eliminatorias para el Mundial de Fútbol de Qatar 2022 y la rebatiña de los aspirantes presidenciales, aquellos que con abnegación y patriotismo quieren ceñir sobre sus proceros pechos la banda presidencial, tejida con primor por artesanas de sus respectivas regiones, con materiales autóctonos: lana, cabuya, bejucos…
La situación no está para oro y plata, y los precandidatos quieren posar de humildes, para conquistar a las “bases”, como llaman los estadígrafos políticos al “oscuro e inepto vulgo”. Así identificaba el presidente Laureano Gómez (1950-1953) al populacho. Laureano, para los jóvenes, fue una especie de dinosaurio político, perteneciente a una época de la historia colombiana que puede servir de tema para una nueva serie de Parque Jurásico, adaptada a la clase política de esta “patria inmortal”, como decían los poetas del primer centenario de la independencia nacional. Tales poetas también gobernaban el país mientras hacían sonetos y odas, de rimas y métricas perfectas, y discursos salpicados de latinajos, en honor de las divinidades cristianas. Ambas cosas: gobierno, y sonetos, odas y discursos, les quedaban a los intelectuales doblados de estadistas muy bonitos, pero no servían para nada práctico.
En las eliminatorias del mundial de fútbol, como siempre, tienen los colombianos fundadas esperanzas. Cada día surgen nuevas y promisorias figuras, exitosas en exigentes escenarios internacionales, que permiten ser optimistas. Las eliminatorias presidenciales, en cambio, apenas empezando, auguran que, como en ocasiones anteriores, habrá que escoger del mal el menos. “Estos, Fabio, ay dolor, que veis ahora, campos de soledad, mustio collado, fueron un tiempo Itálica famosa…”*, se lamentaba el poeta. *Canción a las ruinas de Itálica. Rodrigo Caro (1573-1647. Español.
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