La democracia, como la ropa de los más pobres, ha sido sometida a continuos remiendos, desde su institucionalización en el Ágora de la antigua Atenas, donde se reunían los filósofos a echarle cabeza a la política, tratando de que fuera lo más equilibrada posible, en términos de bienestar colectivo. Pero las decisiones del pueblo (demos), estaban condicionadas al nivel de educación de la gente, a su ocupación, al patrimonio personal y a la condición de libre o vasallo. Es decir, que la oportunidad de decidir la persona sobre sus propios asuntos tenía limitantes que a la larga dejaban el gobierno del pueblo (democracia) en manos de una élite, social, intelectual y económica, o camarilla de notables, para ser claros. Punto por punto, según lo enunciado arriba, analfabetos, artesanos, comerciantes, navegantes, carentes de bienes de fortuna y esclavos y servidumbre no tenían voz ni voto. Asistían a los foros donde se debatían los asuntos del Estado como espectadores, no más. El Ágora era como una media torta, con graderías para el pueblo y estrado o tarima para los que tenían la palabra, que eran muy pocos pero sabios y elocuentes.
A la democracia que se sembró en Atenas, después de varios siglos nuevos actores la fueron modificando, siempre con la idea de integrar más al pueblo en las decisiones oficiales mediante el voto popular; o con la conformación de parlamentos que lo representaran, lo que en algunas monarquías, algunas de ellas vigentes, involucra al ciudadano del común en las decisiones, sin discriminaciones, aunque conservan embelecos de nobleza y privilegios de castas que serían simpáticos si no costaran tanto y fueran tan inútiles. Un buen ejemplo de verdadera democracia ha sido Estados Unidos, al menos en la estructura constitucional y en la organización del Estado que implementaron los próceres que sucedieron a la colonia británica, cuyo modelo ha servido a muchas otras naciones, aunque con las imperfecciones propias del temperamento y las condiciones idiosincráticas de cada país.
Ese modelo de democracia que refinaron los padres de la patria en el país del norte se fundamenta en la independencia de poderes: ejecutivo, legislativo y judicial, cuya autonomía debe respetarse; y en la condición de jefe de Estado que tiene el presidente del ejecutivo. Después se reconoció como cuarto poder la prensa, por la influencia de la información sobre las decisiones populares, garantizando su independencia. Pero en el panorama mundial aparece ahora como un quinto poder el económico, que aplasta con su peso e influencia a los demás, porque la democracia no es gratis y “el que pone la plata pone las condiciones”, sin importar de dónde venga. Hay plata mala y peor. Así las cosas, gobernantes, parlamentarios, magistrados y la prensa dependen del quinto poder.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015