La joven caleña que ha triunfado en los Estados Unidos escalando posiciones en un escenario tan complejo como la NASA, después de salir de su país, sin plata y sin formación académica, a rebuscarse en trabajos diversos, mientras aprendía inglés y auscultaba posibilidades de estudio, es un ejemplo para la juventud, que merece destacarse, por encima de frivolidades de la sociedad de consumo. Esa colombiana optó por una carrera exótica, relacionada con la aeronáutica, lo que alguien muy aterrizado podría pensar que era, literalmente, “tirar el chorro muy alto”. Sin embargo, la disciplina y el talento se impusieron y hela ahí al frente de una de las partes del complejo proceso de enviar una nave exploratoria al planeta Marte, para sondearlo y recoger información que sirva para alimentar la curiosidad científica y diseñar procesos que le sirvan para emprender futuras y más audaces incursiones interplanetarias.
A la caleña le correspondió narrar para el mundo, en su nativo español, lo que estaba pasando, para lo cual era indispensable que conociera a fondo las complejas intimidades de la misión. Diana Trujillo es el nombre de la hermosa caleña que colaboró en la empresa de buscar vida en Marte, cuyos modelos a imitar han sido las mujeres astronautas, o científicas, que navegan por los misterios del cosmos. Ojalá en su espejo se miren los muchachos, en vez de dejarse seducir por el facilismo económico que les señalan mafiosos y políticos, para pretender acostarse pobres y amanecer ricos.
Los teóricos del desarrollo social, por cuyos estudios pagan los gobiernos elevadas sumas, puestos los ojos en un computador y apoyados en estadísticas minuciosamente discriminadas por grupos humanos y necesidades básicas, determinan cuál es el problema, pero no ofrecen ninguna solución. Políticos en función de seducir adeptos y las fundaciones humanitarias, filiales de conglomerados económicos y financieros, ofrecen superar tales carencias. Los primeros, con propuestas populistas para recaudar votos; y las otras con inversiones filantrópicas deducibles de impuestos. Lo de los políticos son palabras al viento. Y la gestión de los empresarios, con muy pocas excepciones, es una manera de darles buen uso a sus impuestos, para evitar que caigan en manos de la corrupción.
Las élites políticas, los jerarcas religiosos y los líderes del capitalismo deben entender que la pobreza es generadora de males diversos. Tal vez el más grave, el deficiente desarrollo de la niñez. Consecuencia del anterior, la desviación de la juventud por trochas de delincuencia, prostitución y violencia. Si se quiere cuantificar el fenómeno, hay que reconocer que la desigualdad social y económica es un mal negocio. Cada familia que se saca de la pobreza, con producción, empleo y educación, es un peldaño que se asciende hacia la prosperidad.
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