La lógica es víctima de la política absurda. “El arte de gobernar” es responsable de administrar lo público y de conducir a los pueblos; del manejo económico, que compromete a todos, desde los más pobres hasta los potentados; y de procurar el equilibrio social, instrumento de la paz. Estos postulados se han frustrado desde que el mundo es mundo, porque la codicia se impone, por la razón, la astucia o la fuerza. La lógica se entiende como la forma razonable de pensar y actuar, en concordancia con el equilibrio entre conceptos diversos, para buscar la verdad. Sin embargo, pese a las enseñanzas de los filósofos, de la orientación de los moralistas, del buen ejemplo de la Naturaleza y de las advertencias del espíritu, o conciencia, el hombre, ambicioso de poder, riqueza y nombradía, impone sus condiciones, así tenga que hacer uso de las armas, o de cualquiera otro recurso perverso, porque en sus relaciones con los semejantes prima el egoísmo.
Las ideas de los observadores desprevenidos, humanistas y soñadores, cuyas aspiraciones sociales están más próximas a la utopía que a la realidad, tienen apenas el recurso del asombro, para observar cómo las comunidades se desmoronan, pese a los recursos materiales e intelectuales que las rodean, porque los dirigentes: políticos, cívicos, académicos y religiosos, aplican, en el desempeño de sus responsabilidades con los semejantes bajo su orientación y custodia, instrumentos tecnológicos, científicos y pedagógicos carentes de lógica social, con la que tendrían mayor alcance y equilibrio de los beneficios para los individuos, que es como se construye una sociedad sólida y equitativa. Obrar sin lógica es como pretender hacer una casa comenzando por el techo, sin cimientos ni paredes, como “la casa en el aire”, de Escalona, una vivienda ilusoria. En vísperas de elecciones parlamentarias y presidenciales en Colombia, los discursos de muchos aspirantes suelen irse por las ramas. Tales peroratas eluden los asuntos prácticos, esenciales, que son el fundamento para construir el bienestar general. La superficialidad lleva a algunos candidatos a iniciar sus campañas en Estados Unidos y Europa, mendigando entrevistas con jefes de Estado y personas prominentes, que los reciben apenas el tiempo necesario para un apretón de manos y tomarse la foto, que en el país procuran que los medios la difundan y allá nadie le para bolas. Hay temas que para los candidatos no son “taquilleros”, como la paz, que algunos despistados asocian con una persona específica (“la paz de Santos”), porque politizan sus beneficios. Mezquina y absurda postura. Tales beneficios comienzan en el agro, improductivo en un alto porcentaje a causa de la violencia de los grupos narcoterroristas, que tienen aliados políticos y militares; y la necesaria complicidad de campesinos amenazados. Si se comienza por limpiar el campo de violentos para ponerlo a producir al máximo posible de su capacidad, se genera oferta abundante, que controla la inflación; se dinamiza el empleo rural y se les quitan recursos humanos a los violentos; se estimulan exportaciones que traen divisas al país, para estabilizar la tasa de cambio; y se enriquecen fauna y flora. Esa es una manera de construir patria comenzando por los cimientos, como indica la lógica.
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