Para decir o hacer algo sobre asuntos trascendentales debe tenerse cabeza fría, respirar hondo y contar hasta diez, como aconsejan psicólogos y pedagogos. Los más viejos reconocen que la actual es una de las situaciones más difíciles que ha vivido el país, generada internamente y desde afuera. Para no ir muy lejos con temas como guerras civiles y violencia política, que dejaron “campos de soledad”, pese a lo cual Colombia ha progresado y sostiene un ritmo de crecimiento favorable en sus estructuras institucionales, lo peor comenzó con el boom del narcotráfico, que prostituyó la moral colectiva, instaló la corrupción en el gobierno, a todos los niveles; creó carteles delictivos en las regiones, les cambió la mentalidad a los jóvenes con el mal ejemplo de la ostentación de riqueza, permeó la justicia para que se mancillara su majestad, se adueñó de la democracia desde su escenario natural que es el Congreso Nacional, “valorizó” de forma escandalosa los votos populares, encareció las obras públicas creando un nuevo “cartel”, el de la contratación; promovió el contrabando, en detrimento de las finanzas públicas y en contra de la producción manufacturera nacional; y hasta les cambió la mentalidad a guerrilleros y autodefensas, que crearon fuentes de financiación en el narcotráfico, la extorsión, el secuestro y el contrabando, para que se convirtieran en poderosos enemigos de la sociedad. De modo que, culpar al presidente de la República de los males que aquejan al país, es meter la cabeza en el hueco, como los avestruces.
Para los caudillos políticos en trance de ganar votos, los medios de comunicación amarillistas y la perversidad de las redes, masacrar a un gobernante y burlarse de él, cuando su mandato tiene “el sol a la espalda”, no es más que un recurso infame para ganar electores, vender publicidad y convertir la informática en una red de chismosos.
La lucha contra el narcotráfico y la corrupción es una tarea desgastadora e inútil persiguiendo campesinos productores de coca y marihuana, jíbaros, consumidores y humildes funcionarios que se corrompen con un revólver en la nuca o con la amenaza de perder el puesto, que necesitan para mantener la familia, mientras los potentados de organizaciones criminales se pavonean en los escenarios de la alta sociedad, viajan por el mundo como VIP, acompañados de congresistas que legislan a su favor, y son los consentidos de la banca internacional. Al problema hay que darle en la cabeza destruyendo a los “empresarios” del crimen y a sus “socios” de los altos cargos oficiales, apoyando a los campesinos para que cultiven alimentos con rentabilidad, abriéndoles oportunidades de trabajo y emprendimiento a los jóvenes, quitándoselos así al crimen organizado, y castigando de verdad a legisladores, jueces y contratistas corruptos.
“Monólogos de Florentino. Reflexiones de un ideólogo empírico”: Librería Ágora, Palermo; Papelería Palermo; Droguería Milán, Alta Suiza; Librería Odisea, centro.
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