Álvaro Salom Becerra, en su libro Al Pueblo nunca le toca, publicado en los años 70 del siglo XX, con el realismo y el exquisito humor característicos de todas sus obras, desarrolla el tema de la novela con la historia de dos burócratas bogotanos, uno liberal y el otro conservador, que todos los días, después de la jornada laboral, se encontraban en el mismo café, se tomaban sus “amargas”, como llaman los rolos a la cerveza, comentaban las noticias del acontecer político y terminaban peleando, defendiendo cada uno las tesis y los personajes de su respectivo partido. En lo único que estuvieron siempre de acuerdo era en que “al pueblo nunca le toca”, porque los dirigentes de ambos partidos salían de las altas esferas sociales; intelectuales o académicas y se repetían los mismos apellidos en el tiempo, por varias generaciones, igual que los de las dinastías europeas.
El éxito de caudillos como Gaitán, que emergieron por su talento, formación académica, cultura general y agallas, a la sombra del sistema democrático, consistió en atraer a las masas populares con argumentos contundentes: el hambre no es liberal ni conservadora; y las oligarquías de ambos partidos se nutren de explotar a los pobres, como clamaba en sus discursos, lo que la gente entendía más fácil que teorías filosóficas o macroeconómicas. El fin de Gaitán fue trágico, porque la “mano negra”, que corta cabezas sin miramientos ideológicos, representa otros intereses y no respeta principios democráticos ni otros embelecos; lo suyo son intereses de poder y riqueza. Por los crímenes que comete la mano negra pagan oscuros criminales y los nombres de los autores intelectuales se pierden en los anaqueles de la impunidad. Además de Gaitán, otros dirigentes como Jesús de Nazaret, Gandhi, Lincoln, Rafael Uribe y Kennedy, entre muchos, en distintas épocas y en diferentes países, corrieron la misma suerte, por defender causas humanitarias, opuestas a poderosos intereses.
En Colombia, los matices políticos actuales son ambiguos, las fronteras ideológicas las borró el Frente Nacional, el narcotráfico prostituyó el poder y surgieron castas dominantes sin ideas, sin valores, sin objetivos altruistas, sin humanismo y sin nobleza de espíritu, pero con agallas y con plata. Esas castas están sectorizadas por regiones, e identificadas con los apellidos de capos, cacaos, patricios, emergentes, caciques, contratistas y empresarios electorales, que se suceden en el gobierno y en los cuerpos legislativos entre miembros de las mismas familias, o de amigos cercanos, con los votos adquiridos en las promociones preelectorales. Los electores cautivos se canjean por puestos o contratos, o se venden, midiendo posibilidades de éxito, como en cualquier negocio. Lo demás es retórica, o paja, para que se entienda más fácil.
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