El título es tan amplio que puede dar lugar a pensar en varias cosas de común interpretación entre los colombianos y que podrían corresponder a: La producción diaria de barriles de petróleo; el salario de un ejecutivo de alguna empresa; los honorarios recibidos por un contratista; los réditos por alguna labor, lícita o ilícita; las gracias recibidas por las acciones altruistas de una persona solidaria; las remuneraciones de algunos profesores universitarios; las moléculas ingeridas como una terapia especial y así, la lista inagotable puede irse construyendo.
La semana pasada en Bogotá, un abogado con experiencia en ética médica disertó sobre la interpretación de varios textos contenidos en diferentes fallos de la justicia. En una de sus consideraciones se refirió a la vaguedad y ambigüedad de palabras, frases o textos mayores, en donde aparecen las diferentes maneras de aplicar una conclusión parcial o sentencia.
Lo mismo sucede con la cada día más común manera de escribir o platicar, con referencia a lo cotidiano, en donde impera lo confuso. Para la corrección de estas actividades existen los gramáticos puristas y sus acciones, así como editores, que producen un inmenso beneficio en el escritor y lector.
Son muy pocos quienes jamás han recibido alguna observación en su trayectoria como oradores, escritores, periodistas, secretarios u otra persona que comunique ideas. Ni siquiera los galardonados mundialmente han sido la excepción.
La cifra del titular corresponde al anuncio de un diario europeo sobre la ocurrencia de casos de enfermedades de transmisión sexual en el planeta. Varios microorganismos han vuelto a infectar más personas, en contraposición a la tendencia de descenso en el número de casos. Aunque no es frecuente, una persona puede tener simultáneamente en su cuerpo dos o más microorganismos, ya sea internamente o sobre su piel, mucosas, pelo o vellos.
De otro lado se lee, oye u observa, la reiterada confusión entre bacterias, hongos, parásitos o virus, suscitada por comunicadores sobre temas de salud, inclusive especializados. No deben ser mezclados indiscriminadamente, porque todos tienen enormes diferencias de especies y entre ellas muchas veces las distancias epidemiológicas, clínicas y terapéuticas son enormes.
No es lo mismo un Anopheles, paludismo, que un Aedes, dengue, aunque se les llame mosquitos. También hay que distinguir una bacteria como el Treponema pallidum, causa de la sífilis, de un virus como el Papiloma Humano que causa el cáncer de cuello uterino, aunque las dos enfermedades son consideradas de transmisión sexual. De la misma manera una bacteria como la Escherichia coli cuya sola mención causa pánico por sus acciones devastadoras cuando produce una infección del Sistema Nervioso Central o cuando es generalizada, no siempre es patógena porque tiene varios tipos. De nuevo vaguedad y ambigüedad.
Pero no solo en lo jurídico y médico se identifica una mala interpretación de los términos utilizados. El uso indiscriminado de instrumentos satelitales, la restricción en el número de palabras y el tiempo disponible, van modificando el lenguaje de los seres humanos con el uso de símbolos, palabras y frases cortadas. Y hay que tener identidad completa del pensamiento para entender todo el mensaje. Cuando un extraño lee u oye el mensaje se plantea: ¿Qué quiso decir? Y eso que no se trata de ciencia.
Pero vaguedad y ambigüedad no pueden convertirse en lados opuestos a la controversia, como la que ocurre ahora entre el ministro de Hacienda y el Gerente del Banco de la República sobre el crecimiento de la economía colombiana. Ninguno de los dos es vago ni ambiguo en sus planteamientos, la diferencia en este asunto radica en el conocimiento, la experiencia y la planeación, sin olvidar los entornos técnicos y políticos.
La vaguedad y la ambigüedad pueden ser estrategias para evadir responsabilidades, pero también pueden ser el resultado de las condiciones personales y éstas se transfieren en sus actividades de comunicación, por múltiples razones.
Lo único que se pide es verdad, discreción y tolerancia.
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