En el año 1500 a.C, en el reconocido papiro de Ebers, George Ebers, hallado en una tumba en Tebas, se describe una epidemia sin relación con lo que sucede en la actualidad. Aunque el signo fundamental, fiebre, de la antiquísima enfermedad posiblemente hoy correspondería a una infección no caracterizada con exactitud.
Desde esa época han sido descritas decenas de plagas o epidemias que han comprometido todo el planeta, hasta llegar a la concepción y realidad de pandemia, que implica compromiso geográfico por extensión de la epidemia a dos o más continentes, ya sea simultánea o secuencialmente, inmediata o tardía, dependiendo del agente agresor y el entorno.
Se confunde el número mayor de casos de una enfermedad con el término epidemia. Para que ésta sea denominada así, se establece que es un número no esperado de casos de una lesión dada, en una región definida y en un tiempo determinado.
Hace años se estableció que un solo caso podría ser una epidemia, lo que conduce a un  análisis epidemiológico serio, amplio y continuo, para adoptar decisiones que den estrategias para combatir la expansión de la epidemia.
La epidemia debe ser contrastada con el significado y realidad de endemia que implica presencia de casos esperados, muchos o pocos. Así, en Colombia hay dengue endémico en determinadas zonas con ocasionales brotes epidémicos.
 La epidemia puede terminar en endemia, con un número de casos presumidos por ecuaciones matemáticas en las que intervienen muchos factores, no todos dependientes del ser humano ni del agente agresor.
En el Bulletin de la  Organización Mundial de la Salud, correspondiente a mayo, aparece un artículo de Lynn Eaton referido a las condiciones para prevenir una nueva pandemia.
Desde mediados del siglo anterior se enfatizó en la vigilancia epidemiológica como estrategia rutinaria para investigar el rastro de las enfermedades existentes y nuevas, identificando las probabilidades de expansión dentro del mismo territorio u otros vecinos para prever una epidemia o pandemia. Eran fundamentales las facilidades de desplazamiento e interacción de seres humanos y animales no observadas en los 20 siglos anteriores.  
Lynn recuerda que el 75% de los brotes epidémicos tiene relación con el contacto entre las personas y la vida silvestre, y anota ejemplos como el Ébola, la influenza aviar y el Síndrome Respiratorio Agudo, pero recalca que no se ha probado científicamente que el Virus Corona 19 haya pasado de un animal a un ser humano.
Las enfermedades compartidas entre seres humanos y animales, zoonosis, son cada día más frecuentes y con gravedad variable. Una conclusión que es importante mencionar es la disposición que deben tener las autoridades sanitarias, y en especial los epidemiólogos, en mantener actualizado el mapa epidemiológico de las zonas geográficas a su cargo.
Ello incluye el fortalecimiento de equipos de  análisis e investigación de campo que debe incluir el fortalecimiento de los laboratorios de Salud Pública, cuyo desarrollo en muchos departamentos y municipios fue truncado  y coartadas sus funciones en bien de las comunidades.
Hay virus candidatos a otras epidemias, lo que se debe convertir en avisos rojos. No es asunto de alarmas falsas; es un problema de investigación de varios sectores ante las probabilidades de agresiones y por sobre todo mantener reducidas las tasas de morbilidad y, por ende, de mortalidad ante determinado microorganismos.
A ello hay que anexar la necesidad de una permanente disposición para la capacitación, al más alto nivel, de los funcionarios que deben atender las actividades de vigías. Ninguna zona está libre de convertirse en el foco de un brote epidémico o una epidemia.
Nota 1:  El país está urgido de agnotólogos
Nota 2: Manizales, Ciudad Universitaria