En el occidente del planeta las personas están sometidas irremediablemente a las matemáticas. Esto indica que están subyugadas por las cifras. Desde que el nacimiento hasta la muerte, los hechos que se convierten en datos merecen la atención del Estado.
Lo objetivo: diez más diez, son cien; tajante mientras filosóficamente o mediante análisis de elevada complejidad no se demuestre lo contrario. En estas condiciones los términos: me parece, creo, quizás u otros similares de carácter subjetivo adquieren otras maneras de interpretación diametralmente opuestas a la realidad matemática.
La igualdad puede servir, entre otras cosas, para determinar derechos y deberes; pero también es una medida basada en estadísticas para conocer otros estados de los seres humanos, incluyendo sus obras y la cualificación de ellas.
Los estadísticos tienen las herramientas para convertir los valores subjetivos en cifras; y entonces, la frase: tal vez, puede pasar a un porcentaje, y de allí se pueden derivar conocimientos y acciones por decisión de las personas. Entre más tiempo se analice la evolución del ser humano y se proyecte su futuro, más matemáticas tutelarán su vida.
En la actualidad, aparece revalidada la intención de no menos de 60 personas de ser presidente de Colombia, encadenada a los temas de logística electoral. Pocos aspirantes han esbozado el horizonte real con programas de gobierno, en caso de ganar las elecciones.
También, como se ha expresado, la acción programática no deben ser extensas listas dispares, queriendo abarcar hasta las minucias de su posible gobierno. Aunque los candidatos presenten propuestas equiparables, le quedará al elector la decisión, basado en otros aspectos que le atraigan o distancien del aspirante.
Los atrayentes entrarán en la decisión final, para ser sustentada en la urna, aspectos más personales que incluyen consideración de matices sensibles y hasta baladíes del que pretende ser presidente, pasando por editoriales; publicidad política pagada; comentarios del núcleo social y de la familia; antecedentes y experiencias; opiniones de empleados, colaboradores y superiores; y, en el etcétera, todo lo que caiga en las palanganas de la razón o de la emoción.
La pobreza es un sentir y estar real de los colombianos. Esta situación se deriva de la desigualdad en los ingresos que tienen los ciudadanos, la cual se convierte en un flagelo crónico, con pocas esperanzas de salir si no hay adopción de políticas de Estado, refrendadas y corregidas por cada gobierno.
Este escenario nefasto condiciona la vida de los colombianos. No es posible cerrar la brecha en un gobierno ni en dos ni tres ni cuatro; pero la política de Estado debe ser evidente para no aumentarla y comenzar la disminución de las cifras que indican que al final de 2020 la pobreza monetaria estuvo presente en el 42.5% (21.021.064) de la población, cuando un ciudadano dispone de menos de 2.100 calorías al día, y la pobreza extrema fue del 15,1% (7.470740.265), medidas a través de encuestas del DANE.
Para Caldas, la pobreza monetaria se ha establecido para 306 mil personas, 30,7%. Sencillamente 1 de cada 3 caldenses. Observar alrededor es suficiente para evidenciar la realidad deletérea.
La manera más efectiva de reducir la pobreza la constituyen los impuestos, como fenómeno solidario, a lo que hay que agregar indefectiblemente la eliminación de la corrupción que permite la fuga de los recursos. Los mayores tributos deben lograr fuertes políticas sociales, no subsidios temporales, que logren una distribución distinta, por justa, de los recursos. Pero la esencia será el trabajo.
¿Qué tan dispuestos están los colombianos para oír y aceptar y posteriormente decidir en las urnas electorales? Y, la pregunta final: ¿Qué tanto van a exigir el cumplimento de lo prometido?
Nota: ¿El próximo salario mínimo será el inicio de la redención?
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