La historia de las instituciones asistenciales, administrativas y académicas, relacionadas con la presencia del médico en ellas, indica la evolución de la sociedad actual.
Indudablemente, el papel del médico en las actividades asistenciales es una condición intrínseca a su función dentro de la sociedad. La medicina se ejerce por los médicos, lo demás es una incongruencia, aunque a veces se asume medicina como una ciencia multidisciplinaria. Cuando se asume impropiamente que salud es igual a medicina, vienen las discrepancias actuales válidas desde varios enfoques; sin embargo, medicina y salud fueron sinónimos durante milenios.
Desde los antiguos hospitales, o los que hacían sus veces, los médicos han ejercido su primacía en las medidas preventivas que la sociedad debía conservar para beneficio primero de sus integrantes y luego sus familias más diversos núcleos sociales y la naturaleza.
Antiguamente el médico era el eje en todas las atenciones de salud. En determinadas ocasiones y sitios otras personas religiosas o laicas, con una inmensa vocación de servicio, se responsabilizaban de las instituciones en las actividades no médicas. Generalmente el respeto por la función del médico era proverbial.
En Colombia, el médico llegó a ejercer una función omnímoda en la dirección general de las instituciones de atención en salud privadas, confesionales o no, y estatales. Sus resultados eran de valor, en muchas ocasiones lo hicieron como una especie de apostolado indeclinable.
Los médicos generales o especialistas tenían diferentes grados de preparación administrativa, no tenían postgrados en administración, sólo su título, sentido común y honestidad lo respaldaban. Compaginaban el ejercicio médico con la administración.
Paulatinamente, fueron necesarios médicos y otras personas, con preparación en administración sanitaria, para la dirección de entidades sanitarias, inclusive gubernamentales.
La academia también se fue transformando, afortunadamente, llegaron otros profesores no médicos a áreas en donde se requería de conocimientos y experiencias diferentes, atendiendo a la diversidad y profundidad de las ciencias. Se llegó a conclusiones, dolorosas, que demostraban que los médicos no eran necesarios en áreas que antes eran exclusivas de ellos; sin embargo, el tiempo demostró la importancia del paso dado. Ejemplos en Caldas fueron la Jefatura del Servicio de Salud a cargo del odontólogo Jorge Gómez Ospina y en la decanatura de Ciencias para la Salud, la enfermera Cecilia Realpe de M. En la nación, el ministro de Salud el abogado José Granada Rodríguez y el director del Instituto Nacional de Salud, el bioquímico doctor Moisés Wasserman Lerner. excelentes funcionarios todos.
Es preciso mencionar que han existido médicos y no médicos que han sido una vergüenza en la conducción de sus entidades, aún con títulos que los respaldaban en áreas administrativas. Teoría sin personas.
La semana anterior se produjo un cuestionamiento sobre si el próximo director de los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos de Norteamérica debía seguir siendo médico. A lo que se agregó la posibilidad de ser mujer o de etnia diferente a la caucásica.
Varios exdirectores y académicos fueron consultados, incluyendo mujeres y doctorados, médicos y no médicos. Las argumentaciones que han dado a favor o en contra del título de médico, como indispensable para ser nombrado, son de diferente connotación. No hay una tendencia definida, pero la sola posibilidad de no ser médico ya es una cuestión que merece análisis.
En el país también la pregunta es válida. A ello hay que contestar que cada entidad tiene sus propias misiones y funciones. Debe ser nombrado el mejor, quién ofrezca conocimientos, experiencia y cualidades humanas para el cargo.
Los médicos deben estar donde se les necesite.
Nota: Juan Carlos Unzué: Antes de decidir sobre una muerte digna, queremos una vida digna. Para reflexionar.
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