Aseveraciones como: ¡Se va a morir en seis meses! ¡Lo hace maravillosamente! ¡Nadie como usted! ¡Siempre estaré con usted! ¡Usted no sabe! ¡Lo que hace es inconveniente! ¡No tiene derecho! Se oyen o se leen en muchas o pocas oportunidades, cada una con sus propias raíces, circunstancias y propósitos. Quien las emite lo hace con pleno conocimiento de la acción que ha propalado ya sea en público o en reserva.
Las personas se dividen en infinidad de grupos, dependiendo de los intereses que tengan y demuestren. Igualmente se asocian cuando consideran que hay otras con las cuales comparten afinidades. Pueden estar divididas frente a un tema e identificadas en otros aspectos. Y, así unas y otras se van entrelazando o distanciando en el pensamiento y acciones propios de los seres humanos.
Unas personas prefieren la franqueza de su congénere en sus relaciones mutuas o grupales. Están predispuestas a oírlo o leerlo o identificarlo mediante señas, para analizarlo y actuar de conformidad frente a sus principios o sus conveniencias. Otras no toleran la sinceridad, no aceptan que los demás expresen sus criterios como lo entienden, sientan u observen.
Hay que entender que existen muchas maneras de ser francos. La franqueza es una actitud y acción que tiene sus tiempos y espacios. No debe ser una conducta a ultranza en donde no importe la sensibilidad de la persona a quien va dirigida. Se puede ser franco sin ser agresivo.
Franqueza no implica verdad. Muchas veces hay franqueza en la expresión, pero puede partir de hechos, testimonios, manifestaciones o razones falsas y quien las propala no ha sido capaz o no quiere hacer la distinción con la verdad.
Cada persona tiene sus propios intereses y ellos son respetables cuando no atentan contra la Constitución, las leyes y las normas de su entorno. Sin embargo, el interés fundamental es la vida con la dignidad que ella otorga. El respeto por el otro es el mejor indicativo de la franqueza con que aspira a existir.
El engaño no es una conducta leal para con el congénere. Las artimañas producen a la larga grandes estragos en las relaciones humanas, porque tarde o temprano a aparecerá la verdad y los implicados sufrirán con lo acontecido. En ello radica la consideración a las víctimas. Cuando se descubre la verdad, por muy dura que sea, finalmente será tolerable aunque el hecho no haya sido olvidado y menos perdonado.
Perdón y olvido son una demostración sublime de virtud humana cuando se hace por agresiones que han marcado su existencia. Pero no hay obligación de ello y quien no perdone ni olvide no es una persona que merezca el rechazo; simplemente es su manera de interpretar sus realidades.
¿Es preferible una persona franca a una que disimula o emplea actitudes ficticias que inducen al engaño? Cada quien lo decide en su propio albedrío conceptual. Pero en determinados hechos se requiere de franqueza y quien asume cargos de gobernante, legislador, docente, religioso, directivo o guía, debe ser franco.
Unas personas tratan de alejarse de los francos porque al menos los intimidan y ello hace que se aparten. Pero de lo que deben apartarse es de la mentira, no de la verdad aunque a veces sea subjetiva y de lo cual se han expresado opiniones millones de veces.
La verdad de los hechos es una sola, la interpretación de los mismos es muy diferente. Cada vez es menos la distinción absoluta entre blanco y negro. Los matices aparecen estableciendo variadas formas de vivir y dejar vivir. O, de morir y dejar morir.
Nota: Lo que se preveía hace un año ahora es realidad: La revacunación.
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