La evolución del ser humano es un tema atrayente y debiera ser obligatorio al menos para los profesionales de la salud. Vuelve ahora a anunciarse la existencia de los Naerdentales, aquellos seres que aparecieron hace 300 mil años, quizá 400 mil, que se extinguieron hace 40 mil años, otros sugieren 28 mil, y se encuentran en cercana relación evolutiva con los actuales seres humanos. Su aparición se cree que fue en el valle de Neander, Alemania. La más importante diferencia estriba en que no eran sapiens, y menos sapiens sapiens, pero existió hibridación, unión sexual, entre las dos especies, por lo que un pequeño porcentaje genético de los seres humanos como el vecino puede tener hasta un 4% de características de naerdental.
Todo para contrastarlo con la convivencia entre los naerdentales y los sapiens entre hace 150 mil y 70 mil años, los cuales provenían de África. Y, relacionar el hecho con la civilización que viene desde los inicios de la agricultura hace 10 mil años, lo que indica la magna diferencia en tiempo entre la existencia de ellos y los actuales seres humanos.
Una característica de aquellos naerdentales era su solidaridad con quienes tenían dificultades en la cotidianidad. 
Ahora con tantos acontecimientos, renace el concepto de solidaridad que no siempre se acompaña de hechos reales que son los que dan la dimensión de la importancia humana y humanitaria de las personas. El papa Francisco lo acaba de repetir bajo diferentes figuras que fueron entendidas y muchas veces vitoreadas por las multitudes que lo acompañaron. 
Desde el mismo inicio del Homo sapiens, ellos han elaborado normas de existencia y convivencia para sí mismos y para quienes los rodean, pensando no solo en la vida cotidiana sino en el mandato de sus dioses. Así llegaron los 10 Mandamientos de Moisés, el esculpido por Miguel Ángel.
Pero los mandamientos personales y del conglomerado popular pueden ser muchos, unos inalterables y otros modificables a lo largo de la existencia o al paso de los siglos. Sin embargo, unos y otros tienen vigencia en diferentes tiempos. La especie del futuro determinará los suyos. 
Nadie puede pretender que otro adopte íntegramente sus concepciones de vida y muerte; de trascendencia y finalidad de la existencia; sus modos de subsistencia material; y, sus modelos en las diferentes esferas de su transitar en la realidad. 
Lo primero que debe hacer una persona es respetarle las creencias a los demás. El problema radica en las interpretaciones. Ciencia y fe son incompatibles en lo estrictamente científico y material. La fe, en aspectos religiosos, es un medio y un fin, propia y transferible según las convicciones y disposiciones de otros. 
Así, cada persona puede crear o adoptar mandatos que acoge permanente o temporalmente, según su especial evolución mental o de relación con otros seres humanos. 
Los niveles educativos y culturales influyen en estas decisiones. No siempre la comprensión de la vida personal y de los demás es directamente proporcional al comportamiento radical o conservador.
Existen algunas conductas que cada quien debe analizar frente a sus propias maneras de ser y actuar. Así, hay que tener en cuenta que todas las personas deben tener impresos indelebles: La honestidad, la justicia incluyendo la social, el respeto por la vida, el deseo de acertar, la solidaridad, el acatamiento a las leyes naturales, hacer el bien y evaluar el daño colateral, los derechos a la salud y la educación, rechazo a lo absolutista, la prerrogativa al alimento básico y la potestad de tener o no fe para decidir qué lo convence.
Pasarán los próximos siglos y el Homo sapiens sapiens, tendrá que adoptar conductas que le permitan una vida en paz para que pueda dedicarse a desarrollar toda su potencialidad en beneficio de los demás, al hacerlo así será también en su propio beneficio.