Antiguamente, las personas, de todas las condiciones y casi siempre sin
distingos, conversaban sentados alrededor una taza de café o chocolate o
agua de panela o un refresco o un trago de aguardiente o ron. Muchas veces sin bebida y todavía lo hacen vespertinamente en el portal de la casa de muchos pueblos especialmente los costeros caribeños o del pacífico y otras zonas cálidas. Se arreglaban, y aún, asuntos esenciales en paz. La palabra era inconmutable.
Temas referentes a la vida cotidiana, familiares, políticos, deportivos u otros eran, y son, pretextos para compartir con amigos o contradictores. En el interior del país las salas son los sitios preferidos a veces con sillas intransferibles.
Pero se olvidó conversar presencialmente. Vino el amplio uso del teléfono y ahora instrumentos satelitales con mecanismos de imágenes virtuales o simplemente la voz. El embrujo de disfrutar de la presencia física del conte tulio se acabó. Quedan algunos sitios populares que se salvaron de la epidemia. Un pocillo con café o agua aromatizada o un refresco que ha eludido la guerra, muchas veces injusta, en contra de alimentos supuestamente insalubres.
La semana anterior la revista Science publicó un artículo escrito por Rocio Titiunik, producto de una investigación social en donde se demostraba que las conversaciones en ciencias sociales, política, disminuían temporalmente los distanciamientos de extremos opuestos.
Cuando se efectuaba la conversación entre dos personas que se reconocían contradictores partidistas producía una mejor relación entre ambos, lamentablemente la sensación de bienestar de los interlocutores producida por las atenuación del distanciamiento no persistió luego de 90 días. Las intenciones para construir actitudes y resultados liberales fueron muy evidentes pero no se apersonaron de su responsabilidad en el futuro.
La conversación sirvió pero fueron sus enemigos el tiempo y las verdaderas capacidades de aceptar y decidir posteriormente, aún en medio del análisis individual y colectivo de quienes se atrevieron, como expresión de seres humanos, a considerar las tesis del contrario.
Expresado lo anterior, desde el domingo 19 de junio a las cuatro y media de la tarde, se puso en marcha el consabido tren de la vitoria. En el vagón delantero iban quienes ganaron las elecciones agrupados por diversos intereses enunciados y defendidos desde antes de la fecha electoral. En los vagones siguientes desocupados, se fueron ubicando quienes se iban asociando a los vencedores electorales. Los coches se fueron haciendo insuficientes y el convoy enganchaba más y más vehículos y todavía faltan.
¡Pareciera que no hay puesto para tantos pero habrá! Ello es afortunado para el país y en sentido contrario al artículo ojalá dure la caravana respetando las divergencias en busca de un país democrático. ¡Nunca sucederá la unanimidad en todo!
Nota 1: Va a terminar la emergencia sanitaria. Urge la evaluación completa.
Nota2: El aborto
La semana pasada La Corte Suprema de los Estados Unidos de América, abolió la libertad, para abortar, de las mujeres estadounidenses. Por ahora no importa los votos que decidieron la mayoría, 3 a 6, tampoco los nombres implicados en la magnitud de la decisión. Muchos intereses y tesis se asoman a esta determinación. Apenas comienzan los análisis y sobre todo el impacto en la vida ciudadana de todos los norteamericanos.
El impacto llegará a Colombia, temprano o tarde, y el país tendrá que ir analizando el hecho y adoptando posiciones. No es problema de ley, es de la vida del ser humano y los derechos de todos frente al tema que tiene el antecedente reciente de permitir el aborto hasta la semana 24. Si hay cuestiones trascendentales, el aborto es una de ellas. No puede ignorarse.
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