Camilo Vallejo en “El fantasma de Bucaramanga”, artículo publicado en este diario el pasado 24 de agosto, insistía, casi implorando, que el debate sobre la bicicleta así como cualquier otro que implique a la sociedad, se lleve al espacio de lo técnico, de la pertinencia, de la repercusión en la vida de la gente y no desviarlo con leguleyadas, argumentos políticos o con el ánimo de fastidiar, a un terreno en el que la bondad de la iniciativa corra el riesgo de extraviarse entre la impunidad de los ires y venires.
Rebatir la sabiduría de sus planteamientos sería impertinente, pero sabotearlos de hecho, usando como argumento el celo de un ciudadano preocupado por salvaguardar el espíritu de la ley, es para mí una historia difícil de creer. Me gusta más aquello de al pan, pan y al vino, vino, sin dobles fondos, ni aupado por ocultos intereses.
Volviendo al tema, las tiendas donde se venden artículos para ciclistas han aumentado sus ventas. Conseguir cualquiera de estos implementos deportivos es cada vez más difícil, porque se han venido agotando en la medida que aumenta el número de ciudadanos que han optado por recurrir al más recomendable de los medios de transporte. La pandemia de la covid 19 ha puesto sobre el tapete la discusión acerca de mantener paradigmas de probada caducidad, o responder a las exigencias de un presente que está develando grandes falencias en la concepción del desarrollo.
En la carrera Séptima de Bogotá, arteria vial donde ha transitado gran parte de la historia de Colombia, se ha implementado un bicicarril en el sentido norte sur, lo cual requirió echar mano de una de las calzadas. Esto estimuló, para regocijo del planeta, el incremento de los ciclistas, quienes están de plácemes por el reconocimiento y la seguridad de contar con un carril exclusivo para movilizarse.
Sí queremos lograr algo debe ser poco a poco, insistía Baudelaire en relación al movimiento impresionista, que era atacado sin piedad por la miopía de los académicos de París. Contamos con la iniciativa de la alcaldía de Jorge Eduardo Rojas, la ciclo banda del alcalde Marín, la experiencias de Bogotá y la mayoría de los países de Europa; en Londres por ejemplo, Boris Johnson, cuando era el alcalde de la ciudad, estimuló el uso de la bicicleta creando rutas expresas para los ciclistas. Incluso, expidió una norma para que los edificios de oficinas contaran con duchas y los flemáticos ingleses pudieran tomar un baño antes de ponerse saco y corbata. Podemos al respecto votar la suficiente ilustración, estamos los suficientemente informados, como para poder avanzar.
Por eso me parece pertinente instar a la alcaldía de Carlos Mario Marín, para que se dé la “pela” y nos lleve por los caminos de un siglo del que ya hemos recorrido la quinta parte y no parece que nos hubiéramos percatado. Para esto serán necesarias una convincente dosis de cultura ciudadana y una evaluación concienzuda de la ambiciosa propuesta diseñada por expertos.
Pongamos la discusión en el plano que corresponde, y dejemos de lado la aberrante situación que vive la capital de Santander, utilizando como bibliografía lo que pudiéramos llamar la parábola de Bucaramanga, expuesta con lujo de detalles en el artículo citado al comienzo de éste escrito.
El Tribunal Administrativo de Caldas, responsable de desatar el recurso de apelación interpuesto por el Municipio de Manizales, contra la sentencia, que daba razón al accionante sobre lo que a su juicio, era una violación flagrante de la ley con la implementación de la ciclo banda provisional para facilitar la movilidad en medio de la pandemia, no cayó en la trampa, y dio vía libre al alcalde para continuar con su plausible iniciativa.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015