La mayoría de los eventos y acontecimientos que han definido la identidad de Manizales, y los que aún hoy siguen nutriendo su devenir histórico, han tenido como escenario urbano la carrera 23, o calle De La Esponsión como fue bautizada en su momento, para conmemorar la batalla y el tratado del mismo nombre acaecidos en las postrimerías del siglo XIX.
Lo mejor del patrimonio arquitectónico de la ciudad, que para fortuna de la cultura nacional se ha salvado de las arremetidas que de tanto en tanto ejercemos sobre él, está implantado justamente allí, como testigo de una historia a la que es necesario acercarse, en virtud de la decisión de cualificarnos como una ciudadanía que ha recorrido un trayecto importante en la búsqueda de reconocerse a sí misma.
Emblemáticos son el Palacio Arzobispal, el edificio Sanz, el Club Manizales en sus dos versiones y muchos otros más entre los que se destaca la casa republicana bellamente intervenida por el arquitecto Jorge Gutiérrez Duque, que albergó la familia de don Jaime Restrepo. Al salir del damero por la carrera 23, esa especie de tablero de ajedrez que nos legaron los colonos antioqueños con sus calles y carreras fácilmente habitables, y luego de salvar la fractura que le fue infringida a la altura del parque de Los Fundadores por un alcalde que se atribuyó conocimientos urbanos, continuamos sin sobresaltos por la avenida Santander escoltados por el Teatro de Los Fundadores, el hoy solitario Instituto Universitario, el edificio el Triángulo, el conjunto de viviendas de los Gómez Arrubla, sin lugar a dudas el ejemplo de arquitectura moderna más importante del paisaje cultural cafetero, la Estación motriz del Cable Aéreo...
Una secuencia de buena arquitectura en el espacio urbano más importante de la ciudad y a la vista de todos, donde podemos aprender diariamente la magnitud y riqueza de nuestra historia, que hoy en razón de un sueño de buena voluntad está en inminente peligro.
Entiendo claramente las motivaciones del alcalde para elegir la Avenida Santander, columna vertebral de la vida ciudadana, para construir el ambicioso proyecto de una ciclovía elevada que permita hacer extensos recorridos en bicicleta sin limitaciones, ni contratiempos, me gusta eso de pensar en grande y comulgo irrestrictamente con la idea de implementar medios alternativos para mejorar la movilidad que no vayan en contravía del medio ambiente. Sin embargo, y con todo respeto, me parece que es necesario analizarla para develar su pertinencia urbana.
La Avenida Santander, como ya se dijo sucintamente, contiene, además de una excelente muestra de arquitectura de todas las etapas de nuestra historia, una enorme representación de la vida doméstica, que se vería obstruida con cualquier tipo de intervención que utilice el espacio aéreo, una herida al “horizonte” justamente allí donde se le toma el pulso cotidianamente a la realidad del municipio, ella es el punto de convergencia, el lugar del encuentro de todos.
El Festival de Teatro y sus saltimbanquis ataviados de colores vistosos, las procesiones de Semana Santa con figuras de santos vestidos de terciopelos chafados por el uso, las reinas más bellas del continente en trajes de manola, a la usanza de las mujeres de Sevilla, las manifestaciones en contra o a favor del gobierno y las multitudinarias y conmovedoras marchas por la paz se desarrollan en la Avenida Santander, que se vería perturbada ante el impacto negativo, si se insiste en continuar con la iniciativa de construir una infraestructura aérea, así esté concebida con las mejores intenciones.
Contamos con dos escuelas de arquitectura y urbanismo que tienen como principal objeto de estudio la ciudad Manizales y, una Sociedad de Arquitectos, SCA, que carecería de sentido si no se aplica en la salvaguarda de la ciudad. Estas son las instituciones más calificadas para establecer un diálogo constructivo que redunde en beneficio de todos.
PD: Hay muchas otras alternativas que podemos ir señalando con el tiempo, que comparten el mismo propósito y harían sin lugar a dudas, un “Manizales + GRANDE”.