Juanito Alimaña, “si tiene maña es malicia viva y siempre se alinea con el que está arriba”; Juanito Alimaña, “aunque a todo el mundo le robó la plata, todos lo comentan, nadie lo delata”, suena melodiosa al ritmo salsero de la voz de Héctor Lavoe la letra de la canción en una emisora radial; mientras la canción seguía, se decía de Juanito Alimaña que “la gente le teme al tipo porque el hombre es de cuidado”. La melodía, con algunos de sus apartes, retumbó por horas en mi cabeza con la sospecha de una letra que no pasaba desapercibida en el entorno del país y de la ciudad, hasta que una noticia en la televisión logró atraer mi concentración nuevamente en algo distinto al tarareo; la presentadora anunciaba un titular de esos que son habituales en nuestros noticieros: ¡nuevo escándalo de corrupción! un hecho donde alguien con poder ha robado y donde nada, probablemente nada pasará. Me encontraba presenciando una clásica historia de un Juanito Alimaña.
Una reciente encuesta realizada por la encuestadora Invamer reveló que el 87% de los colombianos percibimos que la situación en el país respecto a la corrupción está empeorando, siendo una constante en los últimos años que este flagelo sea visto por los ciudadanos como uno de los problemas más importantes que el país debe afrontar en la actualidad. La movilización social posa de escasa ante tantos ojos que ven y corazones que dicen sentir. Lo anterior, se suma al desastroso puesto 92 que ocupa Colombia entre 180 países medidos en el índice de Percepción de Corrupción (IPC) 2020, diagnóstico que mide los niveles percibidos de corrupción en el sector público, pero en nuestro país, seguramente nos conformaremos con concluir que no estamos tan mal como algunos del vecindario. Todos comentamos nuestra crisis ética, sabemos de los problemas que crean los Juanitos Alimañas, lo medimos, hasta nos los topamos en la calle, pero nadie los delata, a la vuelta, solo son sonrisas y adulaciones, tienen aura, intocables.
El robo es inmenso, el timo es tan grande que ninguna hipérbole logra llegar a la exactitud del ultraje que se hace de los recursos públicos. Los Juanitos Alimañas, en Colombia, han logrado desviar cerca de 23 billones de pesos en los últimos años (Fuente de la Contraloría General de la Nación), esto es lo equivalente a lo que busca recaudar el Gobierno Nacional con su propuesta de una nueva reforma tributaria o la equivalencia a treinta veces el presupuesto de Caldas para el año 2021. Tienen muchas caras, están en el poder político, en la burocracia estatal y en la empresa, todos buscan favorecer su apetito lucrativo con el manoseo del Estado. Roban a mano suelta, unos con un poco más de escrúpulos que otros, pero la esencia del hampón es la misma, la de la vileza como su signo distintivo, son maña, son malicia viva.
Los Juanitos Alimañas son capaces de lo peor, juegan con los alimentos de los niños más pobres en las barriadas o en las zonas rurales de nuestro país, cambiando el menú mínimo para la nutrición de un infante por platos que se asemejan a la aguamasa, algo inhumano; estos bandidos logran adjudicarse contratos para construir vías y alegar en la mitad de la obra que el precio original no alcanza, así, una y otra vez, lográndose records de difícil superación mundial: infraestructura que tarda 20 años o más en inaugurarse; estos malhechores, encuentran su tesoro listo para el pillaje en la salud, infames, la secuestran para traficar con contratos de suministro hospitalario, remisiones de enfermos, incremento exagerado de las burocracias, a veces es más fácil toparse con abogados o contadores a cargo del presupuesto que con médicos y personal de enfermería. La salud es asunto tan serio para los Juanitos Alimañas que desaparecen de este mundo a quien algo denuncie. Mientras investigaba para esta columna, el 14 de abril, asesinaban al Gerente del Hospital de Caucasia, Luis Octavio Gutiérrez Montes, quien había realizado denuncias de corrupción en este centro de salud.
La lista de casos donde se afea la dignidad humana para someter el futuro social a las miserias es amplia, parecería literatura fantasiosa, pero no, la verdad no deja margen para concluir que a todos nos roban en nuestras narices. El pesimismo es reinante.
Los negocios de los Juanitos Alimañas, al igual que sus actos con que cuidan sus intereses, son ampliamente conocidos, son de diario padecimiento, es imposible ignorarlo. Una red de infraestructura rezagada; escuelas en precarias condiciones, que hacen de los maestros héroes modernos; una actividad cultural desfinanciada y con fila de acreedores que buscan sobrevivir; sueños de transporte masivo que son ruina y auténticos monumentos del reinado de la corrupción; empresas que contaminan sin temor a la sanción y que tienen el concepto de coima como parte de su necesaria contabilidad, son solo parte del inventario, llenaría esta columna de lo que vemos y callamos, es cierto, existe la cobardía generalizada, la relación entre la verdad y un sinfín de maldiciones que incluyen la muerte es intima, ellos logran silenciar.
Los ciudadanos demandamos el retorno de la esperanza en nuestras instituciones, especialmente aquellas que tienen la función de vigilar. Mientras los Juanitos Alimañas sigan contando en su haber con una red de apoyo en su nómina, en cuanta institución pueda investigar algún entuerto, todo seguirá igual. Queda aún alguna luz cuando valerosas instituciones de la sociedad civil como Transparencia Ciudadana en lo nacional, o la Corporación Cívica de Caldas en lo departamental, se juegan el pellejo por intentar ser una voz entre el ruido de la basura. Desde esta tribuna nuestra admiración y apoyo a su valiente labor.
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