Otra gran deuda deja la pandemia en la población escolar en Colombia. La atención del sistema educativo no presencial ha dejado un número significativo de alumnos sin estudio, generando deserción, atraso y no continuidad en el plan académico. El Ministerio de Educación estima que 100.000 niños, abandonaron las aulas definitivamente por efectos del covid-19. El último censo registra 9.390.000 matriculados en centros educativos, de los cuales 2.300.000, pertenecen a las instituciones ubicadas en el sector rural y 7.090.000 en el urbano. El inventario de la infraestructura, o planta física, es de 35.900 escuelas rurales y 17.346 urbanas; es aquí donde surge el problema para darle cobertura al sistema no presencial, porque la conectividad es deficitaria tanto en el área rural como urbana por falta de señal de internet, redes de energía y carencia de equipos.
Se ha acelerado la implementación en la cobertura del internet para el teletrabajo, pero no para la educación virtual; mientras el 21% de los hogares de Estrato 1 lo están utilizando, su uso en el estrato 6 es del 99,8%. Vemos como las condiciones para los estudiantes del campo y para aquellos de los estratos 1 y 2 del sector urbano, son de difícil acceso. Se genera así una brecha en el servicio de la educación que debe ser igualitaria para todos los sectores. Preguntémonos también por las posibilidades de las comunidades indígenas y afrodescendientes en nuestro país. Cuál exigencia podemos hacerle a un maestro, acerca de la calidad de la educación que está impartiendo bajo estas condiciones. Esto es sin contar con factores adicionales como la inseguridad, reclutamiento forzado de menores, para integrar estructuras militares subversivas o delictivas dedicadas al narcotráfico y la minería ilegal, o la integración a la fuerza laboral familiar, el déficit en el trasporte escolar y la falla en el suministro de los paquetes alimentarios.
Hay ahora un fenómeno llamado la Educación Binacional; niños y jóvenes que alternan sus estudios entre los países limítrofes donde tienen la residencia y el trabajo sus progenitores y familia. Cursan años en ambos países y reciben enseñanza de dos sistemas educativos. Imaginémonos la mezcla entre Colombia y Venezuela; Colombia y Brasil, y quizás con menos dificultad con Ecuador, Perú y Panamá.
Circuló por los medios de comunicación esta alarmante noticia: “En Colombia, de 100 niños que inician la primaria en el campo, solo 5 culminan el bachillerato (…)”, dramática cifra que apenas es comprensible, cuando se conocen las condiciones en que se desarrolla la vida de un joven campesino. ¿Cómo poder cambiar la suerte del compatriota nacido en la ruralidad, sino es con la educación y el conocimiento? Se implementan modelos educativos en los centros de enseñanza urbanos, pero no alcanzan a ser aplicados en los lugares distantes de nuestra geografía; además, la pedagogía para el campo, debe estar orientada a formar jóvenes que se arraiguen al lugar donde nacieron, donde se conviertan en protectores de la riqueza natural, trasformadores de la agricultura tradicional con tecnología ecologista, en explotaciones más productivas, en futuros líderes representantes de la comunidad y promotores de sistemas de liderazgo campesino.
La deuda de muchas décadas agudizada con la pandemia debe ser saldada. Miremos la Colombia profunda y revisemos las pocas oportunidades para las generaciones, que tendrán la responsabilidad de manejar el futuro. Para ello deben capacitarse y no sólo en las manualidades propias de sus oficios cotidianos; deben ser niños a quienes se les debe enseñar a pensar, proyectar, calcular, imaginar y soñar. Se deben preparar ante los retos que ofrece la ciudad y sus habitantes; lo citadino perturba y contamina, la urbe envuelve y estrangula. De esta manera valorará el campo, sus gentes y la riqueza representada en lo natural.
Este vacío ha dejado en el sistema cognoscitivo del colectivo estudiantil, por efecto de los traumatismos traídos por la pandemia, muchas enseñanzas; pero también desnuda las falencias que tiene una de las herramientas de cambio más importantes de la humanidad, la educación.
No se trata de otra discusión entre los actores del problema; es mirar la realidad del panorama donde navegan los asuntos pertinentes a la educación, haciendo énfasis en lo rural porque lo urbano es subsanable.
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