La llegada del papa Francisco, pontífice de origen latinoamericano conocedor de nuestra idiosincrasia, genera muchas expectativas, porque su visión nace del conocimiento de un pueblo católico con la misma espiritualidad de los feligreses de su natal Argentina. Nuestro país se identifica como una región donde la Iglesia católica llegó con Cristóbal Colón, trayendo el legado espiritual de los reyes de España, posteriormente se fue propagando, dejando a su paso en cada aldea una capilla, convertida después en iglesia o catedral, con campanario en el cual aún se anuncia la fe católica, como rector religioso de la comunidad. No hay lugar en nuestra geografía donde la presencia de la Iglesia esté ausente; misioneros, sacerdotes, religiosas, monjas y frailes, conventos, seminarios, colegios y universidades, hospitales, ancianatos y orfanatos, han tenido la dirección y participación de representantes de la Iglesia, quienes se han encargado de difundir la palabra de Dios y la orientación de su feligresía.
No es lo mismo el mensaje para nuestra patria, de un pontífice como Joseph Ratzinger de nacionalidad alemana o del polaco Karol Jozef Wojtyla, al de uno de nuestro continente. La problemática es conocida directamente y no de oídas; además es un papa que encarna la imagen de la sencillez y de unas homilías en las cuales aparece la cotidianidad de un pueblo que entiende el mensaje dado con simplicidad, pero con sabiduría; con amor, pero con la potestad de la máxima autoridad de la Iglesia sobre la tierra.
Viene el papa Francisco en un momento difícil. Va a presenciar multitudes que lo aclamarán con reverencia, niños ataviados de vestidos típicos bailando en su homenaje; indígenas y campesinos que no entenderán su participación en estos actos y conocerá de cerca la inmensidad del Llano colombiano con su folclor, contrastado con atardeceres de mil colores, coros de aves de plumaje diverso, trinando en la llanura con nuestros gauchos criollos. Visitará Medellín la ciudad pródiga de la eterna primavera, en la cual se apagó el farol arrabalero que iluminó la vida de su paisano Gardel, el Zorzal Criollo. La ciudad donde en sus comunas con la misma pasión se ama o se mata. En Cartagena encontrará los vestigios de la barbarie por la cual se le dio el nombre de Ciudad Heroica. En sus murallas aún resplandece la sangre de nuestros patriotas, quienes lucharon contra el imperio conquistador, y en Bogotá quedará perplejo por los contrastes y diferencias entre la dirigencia que todo lo tiene y aquellos seres sumergidos por la pobreza, el vicio y el terror de una ciudad todos los días menos humana.
Pero Su Santidad, en esta bella tierra donde con amor y espiritualidad se recibe, no todos los magistrados, empresarios, contratistas y políticos son corruptos. No todos son paras y guerrilleros, no todos violan y maltratan los niños, abusan de las mujeres y atropellan a los ancianos. No todos esquilman el erario público, tampoco todos contaminan los ríos y atentan contra el ecosistema; no todos los niños colombianos se mueren de sed y desnutrición bajo la mirada indiferente del Estado. No todos siguen las orientaciones de peligrosos fanáticos religiosos, como un tal José Galat mimetizado en la academia con siniestras inclinaciones de obstinado sectario. La Justicia aún funciona, aunque con bochornosos incidentes de corrupción en las Altas Cortes. Aún mueren enfermos en las puertas de nuestros centros asistenciales y la educación es un servicio, pero no un derecho.
Por eso su presencia nos llena de esperanza, si su bendición alcanza a generar la paz y el perdón en un pueblo, donde por más de 50 años se ha sufrido una despiadada violencia; si su mensaje acalla la intolerancia y siembra las semillas de la reconciliación, si su visita contribuye a desarmar los espíritus hoy confrontados por la pasión, el odio y la ambición; si su cálida sonrisa contagia los rostros de todas las víctimas que aún muestran en su caras las muecas del horror, se cumplirá la misión evangelizadora del Papa Viajero, visitándonos con generosidad y dedicación.
Temas de relaciones internacionales, la paz y el posconflicto, el papel de la Iglesia en la reconciliación y mejor convivencia de los colombianos, la unión de parejas del mismo sexo, la situación de Venezuela, no faltarán entre sus interlocutores. Con su inmensa sabiduría y su cálida palabra, dará respuesta en los diferentes escenarios donde se centren los círculos de opinión.
Colombia entera de pie, el pastor de la Iglesia católica, líder mundial quien con sus posiciones está brillando en el complejo estadio universal, convertido de esta manera en el líder espiritual que requería el mundo, nos visita. Bienvenido Su Santidad, con reverencia Colombia le aclama con devoción.
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