Son indiscutibles los grandes beneficios que trajo la Autopista del Café, uniendo las capitales de Caldas, Quindío y Risaralda. Por muchos años los antiguos pobladores de esta región hemos sufrido la carencia de buenas vías que guarden proporción al desarrollo y pujanza de sus habitantes. La concesión vial que administra 256 kilómetros, incluidos los del norte del Valle, reciben permanentes pedidos de los tres mandatarios departamentales, solicitando obras de mejoramiento y complementarias para las vías de la Autopista, llamados no atendidos a pesar de haber sido presentado ante el Tribunal de Arbitraje constituido para dirimir las quejas y reclamos.
Pero la situación que se presenta en Dosquebradas, donde se forma una congestión o trancón a toda hora y por las tres vías (La Romelia - El Pollo, la Carrera 10 o también llamada Avenida del Ferrocarril y la Avenida Simón Bolívar o antigua vía Pereira - Manizales), merece una urgente revisión. Si nos desplazamos de Manizales a Pereira, Armenia o al Valle, se debe adicionar al plan de viaje, una hora. Los habitantes del centro sur caldense, usuarios del aeropuerto Matecaña, son otro grupo de ciudadanos perjudicados con la frecuente congestión. Es lógico que las obras que le darían una solución a esta situación producto de la improvisación no son responsabilidad de Dosquebradas, pues le adicionaron el flujo vehicular de la Autopista del Café y de la troncal que une a Antioquia con el Valle a las calles del Municipio, sin prever los traumatismos que iban a sufrir sus habitantes y sin herramientas de cómo atender estas contingencias. Aquí debe nacer la conciencia colectiva de buscar el bienestar general. Gobernadores y alcaldes, parlamentarios de la región, fuerzas vivas, la academia y los medios de comunicación, deben empezar a reclamar la solución a un problema de comunicación vial que atañe a todos los moradores de esta región.
Vendrán voces mezquinas afirmando que la construcción del Túnel La Tesalia solucionará en parte la conexión Manizales con el Valle del Cauca, utilizando El Km. 41, Cambía, Viterbo, La Virginia, pero con este criterio se desconoce el objetivo de la obra que unió las tres capitales del Eje Cafetero, hoy colapsada y con graves incidencias en lo económico, en materia de seguridad, movilidad y turismo. No podemos desandar lo caminado, con las dificultades propias de un país subdesarrollado; tenemos en el Quindío un fortín turístico, Risaralda se destaca por su dinámica comercial y Caldas está a la vanguardia del conocimiento y el desarrollo empresarial; la alianza estratégica consiste en retroalimentarnos de las fortalezas del vecino y aportar lo necesario para compensar las deficiencias. Esto requiere conectividad y en la medida que tengamos unas vías amplias con unas excelentes especificaciones, puentes, túneles, pasos a desnivel y glorietas, podemos convertir este Triángulo de Oro en tierra de todos, con prosperidad, estándares de progreso e indicadores de desarrollo.
Como reflexión final, no hay presupuesto municipal ni departamental que resista un flujo de 12 o 15.000 vehículos diarios por sus calzadas. Es insostenible para un alcalde y sus funcionarios ver como tractomulas, camiones, buses interdepartamentales y vehículos de todo orden, circulan por sus vías, presenciando el deterioro y sin los recursos presupuestales correspondientes.
Este resulta ser un tema del Estado y las concesiones, quienes tienen el mandato de recaudar y distribuir las inversiones de acuerdo a lo pactado en el momento de las firmas. Improvisaciones de último momento generan traumatismos difíciles y costosos de solucionar. Si queremos las condiciones de conectividad demandada por una región con las potencialidades del Eje Cafetero, empecemos por reclamar a la nación un tratamiento oportuno y adecuado para estas poblaciones ubicadas estratégicamente en el corazón de Colombia.
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