“Se les dijo, se les recomendó, se les advirtió… No quisieron hacer caso, hicieron oídos sordos, se pasaron por la faja las recomendaciones”; así comenzaba el programa del famoso humorista Heber Castro, pero en la realidad, este asunto no da para risas, aun cuando, desde luego que se les alertó e hicieron caso omiso de cuanto se les dijo. A Santos se le advirtió que: 1. El narcotráfico, como es evidente no puede ser delito conexo con el político. 2. La consecuencia de cometer delitos de lesa humanidad es pena de reclusión y no curul en el Congreso. 3. La guerrilla debía entregar todas sus armas y 4. que los desmovilizados debían someterse a la justicia ordinaria, la de todos los colombianos, en una Sala especial con jueces nombrados como los de carrera mediante un proceso de selección.
Juan Manuel Santos quería un acuerdo a cualquier precio y no consideró ningún otro criterio. Fue pues dejación en lugar de entrega y muchas caletas con armas aún están por descubrir; los comandantes de la guerrilla no solo no pagan penas de reclusión, sino que están en el Congreso y finalmente aceptó una justicia especial, diferente a la que juzga al resto de colombianos. Frente a las críticas, en alarde de confianza convocó un plebiscito para demostrar que el pueblo lo apoyaba y, cuando recibió un rotundo No igualmente lo desoyó. En su lugar armó toda una trama que se llevó por delante todo el sistema de facultades y contrapesos que nutren la democracia - ¿Si el ejecutivo logra que el legislativo acepte adelantar proyectos de ley o Actos legislativos para los que se disminuyen las sesiones, esto es los debates, en los que, además, no se puede corregir o modificar el texto; si de contera la Corte Constitucional acepta que tal procedimiento es válido para desconocer el mandato del plebiscito, o lo que es lo mismo, que lo que resuelve el congreso con aquel procedimiento vale contra lo que votó el pueblo ¿Dónde queda la Democracia?
Ya está bien que nos sigan diciendo que el acuerdo es el mejor y mucho menos que es la paz, en cuanto lo primero es obvio que es perfectible y en cuanto lo segundo es también manifiesto que debemos buscarla. La fórmula es igualmente palmar, cumplirles a los que están de buena fe, así gocen de las ventajas y, a todos los que se levanten en armas hacerles caer el peso de la ley, de la justicia y de las fuerzas armadas.
Desde luego que no podemos aceptar le quiten importancia al abandono que algunos de los jefes de las Farc al proceso de desmovilización con el argumento de que son pocos, porque no lo son, se trata de comandantes de aquellos que no se desmovilizaron o rechazaron la paz, que, no por acaso, ocupan las zonas más propicias para el narcotráfico y en donde seguramente están las caletas en donde las Farc “dejó” las armas, esto es, que tenemos al frente un grupo armado “Marquetalia 2” (Farc 2) alimentado con el dinero del narcotráfico del que siempre se nutrió esa guerrilla.
Colombia entera debe apoyar a las fuerzas Armadas en la misión que les entregó el presidente de acabar con esa lacra, y si es hoy mismo mejor. No debemos caer en la confusión de que lo que hay que salvar es el proceso de paz de Santos, cuando precisamente la JEP y la Sala Penal de la Corte extravían el camino. Estas son las responsables de la fuga de los delincuentes. Estos jueces han encontrado un nuevo recurso: Engavetar el proceso, ¿lo resolverán ahora… ¿dirá ahora la Sala de apelaciones de la JEP que no extradita a Santrich o que sí lo hace? Vaya vergüenza ajusticiar a quien se permitió fugar y en sus declaraciones mostrarse severos con aquel a quien se permitió huir. Desde luego, como dije, cumplirles a quienes están de buena fe, pero remendar el roto, aquel por donde se escapan una verdadera justicia, la reparación a las víctimas y la seguridad de no repetición.
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