De la primera mucho se habla. Cuídate, usa mascarilla y lávate las manos, no salgas. René Higuita portero de la Selección Colombia de fútbol en el Mundial de Italia (1990), porque tenía buen manejo de la pelota con los pies, acostumbraba abandonar la portería y la zona en donde podía utilizar las manos. Para el partido de octavos de final con Camerún los técnicos Maturana y “Bolillo” Gómez le advirtieron y le reiteraron no salgas, René, no salgas…salió, le robaron el balón, nos hicieron gol y nos eliminaron. Higuita ahora por televisión nos dice: Si te dicen que no salgas…no salgas. Es la disciplina, no salgas, si por excepción lo haces usa tapabocas, lávate las manos y mantén la distancia.
La solidaridad es con el gobernante que debió aislar a la población para impedir un contagio masivo y luego de un tiempo debió aflojar las amarras para reactivar la economía. La cuarentena general, indefinida o permanente no es procedente. No es un asunto individual: “la bolsa o la vida”, es decidir para una comunidad y no es fácil, pero si las empresas y los empleados, los colombianos en general cumplen los protocolos, podemos vencer el virus y subsistir. Duelen, por tanto, las reiteradas muestras de insolidaridad de la alcaldesa de Bogotá. Primero se opuso a levantar parciamente las medidas de “confinamiento”, después puso constantes trabas a los protocolos para la apertura de las fábricas y la movilidad de los obreros. En declaraciones a El Tiempo dijo: “Por la difícil situación de desempleo, él (se refiere al presidente Duque) privilegió la reactivación de la economía y asumió el riesgo de contagio masivo que pueda producirse, vamos a hacer todo en conjunto con el Gobierno nacional para mitigar ese riesgo”. Dice acompañar, pero se resguarda. Luego agrega: “Todos estamos haciendo lo posible, pero el riesgo que está asumiendo el presidente es enorme y es con la vida de todos”. Con palmar insolidaridad dice ayudar por si sale bien, pero el riesgo es del presidente.
Nos prometió, dijo luego, 1.000 ventiladores para las UCI, cuando se le aclaró que los que se le asignaron al Distrito eran 772, replicó que si no llegaban en las fechas señaladas declaraba la cuarentena, llegaron oportunamente. Ya se sabe que conseguirlos en un mercado restringido y con demanda mundial era cosa de hacer una buena gestión y esperar, precisamente las decisiones de aislamiento total eran medidas para demorar el inminente contagio y permitirnos estar mejor preparados para enfrentarlo. Pero fiel a su consigna de quejarse, dijo que 205 ventiladores no eran utilizables en Bogotá por la altura. Le explicaron que no los hay para altura o para regiones bajas, se calibran según destino. Luego agradeció al presidente por haber suspendido el tercer día sin IVA. Al fin un apoyo, no era sin embargo el caso, porque las gracias eran por haber aceptado la petición que ella había hecho, con el siguiente elogio final: “El errar es de humanos y el corregir de sabios”, ¿un elogio a lo que ella pidió?
Para rematar, con ocasión de la muerte de Javier Ordóñez, un taxista a punto de convertirse en abogado, muerto en un procedimiento policial, la alcaldesa se vino lanza en ristre contra la Institución. Por favor, ordene la investigación y después condene, no se anticipe, pero sobre todo no generalice. La consecuencia son las marchas en Bogotá y otras ciudades y una decena muertos. Como colofón, convoca a un acto colectivo para pedir perdón a las víctimas de la asonada que siguió a la muerte injusta del Sr. Ordóñez. Esta última violencia no la desató la Institución, sino los vándalos que atacaron a los policías. Que hubo excesos, pues investíguense, júzguense y castíguense. Esas faltas, sin embargo, no deben derivar en una condena a la Institución que, además tapa o minimiza el acto vandálico y levantisco que, con propósitos definidos y claros de producir desorden nos regalaron grupos con evidentes propósitos políticos. Con un poco de altura bien podría la sra. alcaldesa aplazar las ganas de sobresalir y sus ansias de protagonismo. Tiene mucho trabajo, lo hace bien y debe reconocérsele, pero como a usted, al presidente le vendría bien su solidaridad. Le vendría bien recordar que ella no solo debe cuidar a los que marchan, sino también a los que sufren las consecuencias de los desmanes.
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