Escribir un artículo para su publicación cada quince días tiene sus complicaciones. Habrá quien lo escriba el día anterior, pero ese no es mi caso, no tengo esa facilidad y, los hechos de hoy, a menos que se trate de la pandemia (que ya cumplió un año), mañana son pasado. El 14 de marzo remití un artículo acerca de la vacunación y, pensando en un tema para quince días después, en plena Semana Santa, deseché referirme de nuevo al aborto, la eutanasia o el empoderamiento de las mujeres y el feminismo que para mí no son la misma cosa, elegí referirme a temas que surgieron de la lectura del ejemplar del diario “La Patria” que trajeron recuerdos y vivencias.
Un artículo de Adriana Villegas Botero en el que recuerda las salas de cine que ella, a todas luces menor que yo, conoció. Cuándo era interno en el Instituto Universitario (1953 a 1957) los domingos, después de la misa teníamos día libre con almuerzo a las 12:30. Tiempo para ir al cine, no teníamos información acerca de las películas, de carrera íbamos al azar al Caldas o al Avenida que quedaban más cerca al Instituto para ver un doble de vaqueros, o una de Tarzán y regresar a los trotes con tiempo para almorzar y, siempre de afán, por la tarde al Cumanday o al Olimpia para una película con Stewart Granger (Scaramouche), James Dean, Rock Hudson y Elizabeth Taylor (Gigante), Clark Gable, Ava Garner (Mogambo), Gary Cooper (El Sargento York) y con Sara Montiel y Burt Lancaster “Veracruz” o Cantinflas o Jorge Negrete.
Me enteré también que en Supía, de donde soy oriundo, estrenan condensador de basuras. En mi infancia no había carro recolector de basura, en la casa de mis padres se depositaban los residuos de comida en un recipiente (aguamasa la llamaban, y no está reconocida por la academia), que una señora recogía por la tarde para engordar cerdos y del resto de basura alguien se ocupaba de llevarla en un costal al basurero. Las calles estaban empedradas y con cuchillos sin filo, removíamos las yerbas que intentaban crecer en los intersticios.
La referencia a un homenaje al prestigioso arquitecto Salmona, me llevó a recordar mi relación con la Universidad de Caldas, de cuya Facultad de Derecho soy egresado. Cuando cursaba cuarto año representé a mis condiscípulos en el Consejo Superior Estudiantil que presidí en 1965 y con ocasión de una huelga y una marcha, fui tildado por el diario “La Patria”, para mi sorpresa y la de quienes me conocen, de comunista (Ese “ista” no lo tuve, en cambio fui “laureanista”, “Alvarista” y finalmente “Uribista”, incluso cuando Uribe se lanzó como disidente liberal). También fui profesor en varias ocasiones, en la última el gobernador Luis Alfonso Arias Aristízabal me pidió le representara en el Consejo Superior. Esta circunstancia me permitió participar en la decisión de darle el nombre de Rogelio Salmona al edificio del Centro Cultural, que él diseñó.
Desde luego que el periódico trae muchas más noticias, las señaladas me trajeron agradables recuerdos y algunas conclusiones. Que soy amante del cine, he visto mucho, pero no soy cineasta, alguna vez participé en alguna tertulia, pero la dejé porque para mí el cine es solo entretenimiento. El repaso mental de las películas que he visto no tiene fin, algunas las puedo repetir, otras por desgracia no. Una conclusión final. Cuántos recuerdos. ¡Claro, soy un hombre con más pasado que futuro! Pero sigo viviendo, agregaré algo a mi historia, veré alguna nueva película o cerraré los ojos pensaré en mi familia o en un amigo, recordaré un hecho agradable o triste que todos son mi historia y, cuando los abra, tendré claro que aún queda algo por hacer. El tiempo y ahora la pandemia se llevaron amigos y parientes (un recuerdo para Jair Cardona, mi compañero en el Tribunal Superior de Manizales fallecido estos días). Vivimos, sin embargo, una época especial que nos permite prolongarnos en el tiempo. Mantengo, por fortuna muchos amigos contemporáneos, algunos me sobrepasan en edad y en lugar de arrugarnos (debí decir acobardarnos) estamos en condiciones de asumir lo que venga. Las fotografías del Dr. Gustavo Robledo Isaza en sus cien años son un buen ejemplo y una bella inspiración.
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