Se presenta como una confrontación, cuando cabemos todos, también todos y todas, pero ¿por qué la segregación? Es un error decir personas gordas y gordos, como decir los perros y las perras o los constituyentes y las constituyentas o contribuyentes y contribuyentas. Que tal qué, para referirnos a una reunión familiar en lugar de decir: Estaban los abuelos, los padres, los hijos y los nietos, debamos decir: Estaban el abuelo y la abuela; el padre y la madre; los hijos e hijas y los nietos y las nietas, puede desde luego hacerse aun cuando con la primera forma, más corta, es entendible que estaban hombres y mujeres.
Qué tal agregar que estaban todos los parientes y marientes; jóvenes y jóvenas, menores y menoras, miembros y miembras de una misma familia. Reunión que fue cubierta por periodistos y periodistas que entrevistaron algunos individuos e individuas presentes y presentas, que además fueron cuidados y cuidadas por soldados y soldadas.
La larga lucha de la mujer hacia la libertad y la igualdad nos deja episodios conmovedores como el de las sufragistas y otros patéticos como la marcha en Madrid el 8 de marzo de 2020 en plena pandemia con pancartas que solo señalaban distanciamiento como: “Solas y borrachas” o “El machismo mata más que el virus”, que seguramente no compartían muchas de las marchantes. “Hombres y mujeres no están hechos para pelearse sino para complementarse” (Sebastián Haffner).
No son enemigos sino hechos para gustarse por naturaleza, pero no para que uno u otra busquen subyugar o imponerse; ya lo hicieron los hombres durante mucho tiempo y la experiencia no debe repetirse. Ciertamente el hecho de mayor relevancia del siglo XX fue la liberación femenina, pero no os paséis, porque en pocos, pero ciertos eventos, se marca la tendencia hacía el “supremacismo” femenino.
Aun cuando la igualdad viene siendo reconocida, mucho más con la ampliación de la educación y la cultura, la violencia de género subsiste en algún machismo irredento que hay que combatir. Pero no hay que buscarla en las cobijas, ni invéntasela como ocurre con Florence Thomas columnista del diario “El Tiempo” que se queja del poco número de premios Nobel en las mujeres (13 mujeres por 97 hombres) y pretende se iguale la cifra; para el futuro serán más, pues cada día son más las mujeres que escriben y publican (por lo pronto en los últimos 20 años 7 mujeres alcanzaron el premio).
De qué igualdad estamos hablando cuando se pretende que en el sistema electoral se amañen las listas para que los elegidos, no los candidatos, sean paritarios. La paridad no determina la calidad y ésta no puede estar definida por normas o dictados. La paridad del Frente Nacional, benéfica en cuanto trajo la paz entre liberales y conservadores, pronto mostró dificultades o imperfecciones y desigualdades, pues dejó por fuera otros partidos y contrariaba la igualdad en los cuerpos colegiados que no eran representativos de las tendencias locales. Las elecciones deben hacerse por méritos y programas, así a veces equivoquemos la escogencia o el elegido no cumpla.
Se puede ser igualitario en lo propio o privado y no serlo en lo público, o viceversa, debe darse en todos los escenarios, pero respetando los méritos. Creo que en la carrera judicial hay mayoría femenina, no digo en las altas cortes en las que se avanza lentamente, sino en los juzgados y tribunales a los que se llega por carrera, esto es por méritos y en donde así ocurra debe respetarse.
Lo peor son las exageraciones como cuando señalan antifeminismo en Google por la apariencia masculina de los algoritmos. O se escribe: “En todo caso… (menciona 10 nombres) de los candidatos a la Presidencia que encabezan las encuestas ninguna mujer…en todo caso ego varonil, macho alfa, amo y señor de la manada” (Paola Ochoa “El Tiempo” 12709/2021). ¡Por Dios! No es una imposición son encuestas. No podemos pretender que también el resultado de las encuestas sea paritario, algunos de los nombrados además advierten que recogerán firmas, de hombres y mujeres, para avalar su aspiración. Por favor no llevemos la petición de igualdad que es válida, al ridículo. Alegatos como este no le hacen bien a un reclamo justo y valedero como la igualdad.
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