En la época de mi escolaridad se dictaba clase de urbanidad, una de esas materias supletorias en las que no había que presentar examen. Darle la acera a los mayores o el asiento a las señoras. Saludar, no escupir, menos frente a los demás, respetar la autoridad y obedecer a los policías. Era otra época, en Riosucio los menores de 18 no podíamos estar en la calle después de la 8 pm (la mayoría de edad se obtenía a los 21), de suerte que, no podíamos asistir al cine de las 7, porque salíamos después de la hora permitida y mucho menos entrar a los cafés en donde se jugara billar, cartas, se ingiriera licor y hubiera coperas.
Tiempo después, siendo juez cuarto civil del circuito en Manizales, el citador Silverio Arroyave, que era sargento de la policía en uso de buen retiro, me contó que antes de salir a cumplir sus funciones reunían al personal para recordarles sus actividades y al final les decían: “A joder que la policía se hizo para joder”. Por Dios Silverio, cómo se le ocurre, le dije y me respondió, suena “maluco” pero es así. Si encontrábamos un vehículo mal estacionado, alguien tirando la basura al suelo, o insultando a otro, ocupando un lugar no indicado para ventas teníamos que proceder. Aquel que recibía la reprimenda o la multa se molestaba “estos que joden por todo”. Algunos agradecen, pero era más común el insulto, Incluso los hacían objeto de burla en chistes: El policía que les dice a los niños que están bajo su cuidado “vamos a jugar al gato y al ratón, yo soy el gato y tú el ratón” e inicia: “a que te cojo ratón y el muchacho corriendo “a que no “tombo “H. P. “(la palabra completa termina en uta).
En 1961 cursaba primero de Derecho en Bogotá y caminando hacia la universidad llegué a donde había un grupo pendiente de un ciudadano que, desde la cornisa de un edificio público arengaba o pronunciaba su discurso. Llegaron unos agentes, uno de ellos ingresó al edificio y lo vimos cuando salió por la ventana y le pidió que ingresara. La gente empezó a gritarle cójalo, arréstelo y el policía entonces quiso aprehenderlo, el orador lo esquivó, pero con tal fuerza que cayó e inmediatamente el público arrancó a gritar “asesino”. No sé qué podría haber ocurrido, si no es porque el caído se levantó y sin decir palabra salió corriendo.
Ciertamente se trata de una actividad desagradecida esta de cuidar el orden, pero necesaria para mantenerlo, no solo contra la perturbación individual sino grupal, pues está visto que las marchas pacíficas son escasas. Las emprenden contra los edificios públicos y, cuando viene la policía, contra ellos lanzándoles toda clase de objetos; a los agentes del orden no les queda otra solución que juntarse y cuidarse tras sus escudos mientras les llueven piedras y objetos contundentes. Hay quien diga que acordonar la vía con policías es una provocación, cuando sí la marcha es pacifica la policía no interviene.
Cuando los agentes no pueden contener el ataque a los bienes públicos y privados interviene el ESMAD, que está prevista para actuar y disolver, entonces viene el enfrentamiento. Desde luego, si quien actúa como agente del orden se sobrepasa y causa daño podrá ser sancionado según su falta, pero, faltaba más, también tiene derecho a una investigación y un juicio justo pues goza de la presunción de inocencia, solo que en su caso también tienen reglamentos que cumplir, como los tenemos todos los colombianos de guardar el orden.
Sería ideal vivir en una sociedad en donde las gentes cumplan con los ordenamientos y no se desmanden, mas como no es posible tenemos una institución que debe velar por su cumplimiento, la policía, a la que siempre deberíamos estar agradecidos, pues solo el orden hace posible la vida en común. Las violaciones al orden establecido deben sancionarse drásticamente sean ciudadanos o agentes, pero no arropar a unos y denigrar de los otros, porque no todos los que acuden son ovejas y los otros lobos. Ninguna acción indebida puede quedar sin sanción, pero el juzgamiento de la institución debe ser evitado, ella es la que nos permite vivir en sociedad.
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