Es asombroso que cada mañana al abrir los ojos comenzamos a ser invadidos por múltiples noticias, una catarata de informaciones que van desde los consabidos raponazos con el robo diario a cualquiera que se atreva a montarse en un Transmilenio, hasta los más crueles asesinatos de niños y mujeres embarazadas, a las que sin tener en cuenta su estado de madres o la indefensión de los recién nacidos los atacan con la mayor crueldad para robarles chucherías que al final no les van a servir para nada, fuera de acabar con familias enteras que pierden su tranquilidad de por vida.
Pero este es solo la parte del teatro de crueldades que tenemos que soportar y que no solamente sentimos en nuestra dolorida patria, sino que es el reflejo vergonzoso de un mundo desbaratado donde lamentablemente mientras más opulencia se refleje, más crueldad nos toca presenciar. En las grandes potencias mundiales también suceden abominables sin que al parecer puedan ponerle fin a esa barbarie.
Acá abundan los asesinatos, y los responsables pocas veces son capturados ni mucho menos cumplen condenas por sus delitos, por la ineficiencia de las autoridades y a veces por la laxitud de algunos jueces. Y qué decir de los delincuentes de alto turmequé, que conocedores de la levedad de las penas, y las pocas oportunidades en que los atrapan, actúan con tranquilidad y viven en completa impunidad.
Nosotros estamos muy lejos de vivir con una forma pacífica y que respete los derechos humanos. Debemos evitar el ejemplo de los vecinos venezolanos, más divididos que nunca, y luchar por metas comunes que nos dejen progresar, debemos levantar la cabeza y cumplir por el dicho de que “la unión hace la fuerza”, dejando atrás los odios y la venganza. 
P.D.: Las mujeres, como lo dijo un ingenioso francés, nos inspiran el deseo de ejecutar obras maestras, pero siempre nos impiden llevarlas a cabo.