Hace años que no vivíamos enfrentamientos tan violentos y con mayor cantidad de rechazo que los que aún estamos sufriendo, incitados por hampones disfrazados de estudiantes que se lanzaron a las calles a cometer toda clase de barbaridades, atacando a la población civil y destrozando los bienes públicos.
Ni las autoridades, ni los directamente afectados entienden semejante salvajismo, porque no existen razones lógicas para poner en peligro la vida de inocentes y causar los desastres que estamos refiriendo.
En la tarde del viernes 21 de noviembre, los acontecimientos se desataron con una velocidad inusitada, al extremo que toda la gente que comenzaba a salir de su trabajo, no pudo tomar un transporte público, y en Bogotá, en medio del caos, tuvo que marchar a pie dejando desamparados a sus pequeños hijos por las peligrosas calles hasta bien entrada la noche. Para mí, como abuelo y padre, fue la parte más angustiosa de esta tragedia.
Mucho se ha hablado de que América Latina está ardiendo, y Bogotá dejó de ser la Atenas Suramericana. Ahora acusan miserablemente a las fuerzas de policía de ser los responsables del desastre, cuando lo único que han podido hacer es proteger con su integridad a los ciudadanos en su vida, honra y bienes. En este caos, lo que más enfurece, son esos cobardes ataques.
Todo indica que este fin de semana la tranquilidad retoma su cauce permitiendo el regreso a la normalidad después de haber soportado toda clase de fechorías.
Este gobierno que nos ha llevado por una buena senda en temas como la educación, la paz, la lucha contra la corrupción y la salud, debe ser respaldado por todos. Las críticas vienen de personajillos como los cepedas, los maduros y los barreras.
Nos merecemos una calma bien cimentada y que ojalá este triste capítulo nos sirva para unirnos y trabajar juntos en busca de la paz. No escuchemos a los políticos que aún en medio de la tempestad lo único que se les ocurre es echarle más cebo al candil. Los estudiantes y las gentes de bien no podemos dejar que una minoría nos sigan amenazando. Ya está bien de paros, protestas y vandalismo. Pongámonos todos a trabajar y a recuperar lo que hemos perdido durante durante estos aciagos días.
P.D.: No creo en la vida después de la vida, sin embargo, por seguridad, llevaré una muda de ropa interior.
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