La portada de la última revista Semana debe ser guardada como un testimonio histórico del desarrollo de las elecciones para elegir el nuevo presidente de Colombia a principios del año entrante, y como base para saber si por fin los encuestadores aciertan algún resultado. El período electoral que se avecina tiene un carácter muy especial, pues va a reflejar en forma contundente lo que queremos los habitantes de esta enredada patria, que a lo largo de su historia ha dado muchos bandazos sin encontrar el destino que debe tener cualquier nación civilizada del mundo que se dice democrático.
De los trece candidatos que aparecen retratados en la portada -aunque parece que serán más de veintisiete- hay algunos que por su trayectoria tienen los merecimientos para tratar de encauzarnos otra vez por la senda de un progreso con libertad, con una paz cimentada en un verdadero patriotismo y dejando de lado la politiquería que ya nos tiene hasta la coronilla, y sobre todo, haciendo todos los esfuerzos para desaparecer la rampante corrupción en la cual ya estamos encabezando las estadísticas entre los países más malolientes del mundo, rodeados de capos de cuello blanco que acabaron con la confianza destrozando el tesoro más preciado en cualquier civilización, como es la honradez en la justicia, el que se les encomendó salvaguardar contra las tempestades y que sin ninguna vergüenza la echaron al tarro de la basura.
Le tocará a quien le sea entregada la confianza herida una labor en extremo difícil para componer los desaguisados de una gran cantidad de hampones que no han parado de delinquir, y siguen en la asqueante labor de comprar funcionarios de todos los pelambres, y a quienes, importándoles un bledo, ni siquiera sus propias familias, han barrido con las manos el estiércol que se ha regado con las coimas que siguen ofreciendo en forma desvergonzada completando el sucio trabajo de los malandros.
Los trece candidatos, unos con más virtudes que otros, tendrán que irradiar y cimentar una imagen de rectitud que sea capaz de impactar, como verdaderos líderes, y borrar el lastre que le tocará recibir del actual gobierno y su vergonzoso 14% de favorabilidad, que tan drásticamente refleja el pésimo concepto que tiene el país de esta administración.
También serán muchas la triquiñuelas que se tendrán que hacer y mucha la mermelada que se debe repartir para diluir la pesada niebla que nos cubre, y que produce una amarga oscuridad, sin que veamos un líder, fuera de un expresidente muy próximo, quien lastimosamente cometió también ciertos errores políticos que adicionados con amargas traiciones, le impidieron terminar su tarea de limpieza y orden que tanto bien nos hubiera traído.
Tenemos todavía tiempo para seguir desmenuzando y limpiando lo que se nos viene encima, pero sobre todo, ponerle fe a que las genuflexiones de los bandoleros tengan algo de sinceridad, y no volvamos a caer en el pesimismo que nos ha azotado últimamente.
Mis primeros comentarios express sobre los precandidatos en el partidor:
Fajardo: demasiado dandy. Vargas: sigue creyéndose Lleras. Claudia López: muy gritona. Petro: ni por el patas. Galán: otro delfín. De la Calle: hasta ahora el mejor. Iván Duque: muy cerca de ser primero. Robledo perdiendo popularidad. Marta Lucía Ramírez: cogiendo fuerza. Clara López: en caída libre. Alejandro Ordóñez: muy difícil. Piedad: Dios nos tenga piedad. Juan Carlos Pinzón: Hubiera podido ser bueno.
Nota: No se sabe qué está más enredado: las candidaturas presidenciales o la clasificación al mundial.
P.D.: Hay tiempos en los que una pequeña falta hace caer un ministro; hay otros en los que las mayores estupideces se hacen impunemente.
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