El covid-19 llegó para cuestionarnos como especie y como sociedad. Nos obligó a disminuir el ritmo frenético de nuestras vidas, compareciendo ante preguntas tan fundamentales de la existencia como, por ejemplo: ¿Cuál es nuestra misión de vida? ¿Estoy haciendo lo que realmente me apasiona? La coyuntura actual pone en peligro el progreso en calidad de vida conseguido en los últimos años en Manizales, avance que aún la sitúan en el primer lugar en este indicador en el país. Ya es bien conocido que esta crisis afecta la dinámica productiva de los territorios y su tejido socio-productivo, pero ¿qué habíamos conseguido hasta el momento?
Entre los años 2010 y 2018, casi 100 mil personas habían salido de la pobreza, es decir que casi un 20% de la población de la ciudad logró superar la condición de “pobreza monetaria”. En el 2019 en el área metropolitana de Manizales había 185.671 personas ocupadas, de las cuales 111.901 contaban con un empleo formal. Aquí es importante aclarar que el tamaño de las empresas se convierte en un factor determinante para mantener la formalidad y el desempleo relativamente estables. Teniendo en cuenta lo anterior, se reconoce que la mayoría de la población formal en la ciudad trabaja en empresas con más de 101 empleados, siendo éstas catalogadas como medianas y grandes.
Hoy en Caldas existen cerca de 33 mil empresas, y aunque esto corresponde a una buena cifra, durante el 2020, Manizales alcanzó la tasa de desempleo más alta de su historia, influenciada directamente por la crisis de la pandemia, y perdiendo 19.629 empleos entre el 2019 y el 2020. No obstante, esta ciudad sigue teniendo la tasa de formalidad laboral más alta del país, llevando a que la institucionalidad y el empresariado le apuesten cada vez más a la formalidad como motor principal de desarrollo económico y social del territorio.
Mirando en retrospectiva, las cifras hablan por sí mismas, pues entre el 2008 y el 2018 se crearon 33 mil nuevos puestos de trabajo en Manizales, aumentando la formalidad en un 20% en la ciudad. Manizales se reconoce como la ciudad de Colombia donde más se ha reducido la pobreza en los últimos años. Sin embargo, ¿será esto suficiente?
Si alguna lección importante nos dejó la pandemia es que la humanidad, los gobiernos, las instituciones y la economía son lo suficientemente frágiles para ser quebrantados en días o meses, permeando esfuerzos y un trabajo colectivo que para dar sus frutos pudo haberse demorado años, e incluso décadas. Cabe preguntarnos entonces si es cuestión de política pública de cualquier territorio fomentar más programas de empleo, bienestar y desarrollo económico que permitan mantener en tiempos de crisis lo que se construyó durante años. Claro está que existen situaciones externas adversas que simplemente no podemos anticipar, pero sí podemos pensar en estrategias que permitan apalancar la economía y el bienestar de los ciudadanos en momentos en que la coyuntura lo exige.
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