Manizales y Caldas han trabajado por años para liderar en los rankings e indicadores de competitividad, macroeconómicos y sociales a nivel nacional. Podría detenerme en los indicadores de desarrollo de Caldas, que nos posicionan como el departamento con el Índice de Progreso Social más alto de Colombia y a Manizales como la ciudad con mayor formalidad del país. O en el hecho de ser la tercera ciudad más competitiva de Colombia y la primera en el Eje Cafetero. Quizás también podría hacer énfasis en las apuestas por la innovación, al ser Caldas el segundo departamento en número de grupos de investigación de Colombia y el primero con mayor cobertura de instituciones de educación superior acreditadas en alta calidad, según el Ministerio de Educación Nacional.
Sin embargo, hoy le toca el turno al Índice de Ciudades Modernas. Este indicador, quizás el menos reconocido en la sociedad, mide el desarrollo integral de las ciudades en los ámbitos social, económico, tecnológico, ambiental, institucional y de seguridad, entendiendo que “una ciudad moderna es aquella que brinda calidad de vida a sus habitantes desde una perspectiva multidimensional”. Entre las ciudades capitales, y según el Departamento Nacional de Planeación, DNP por sus siglas, Manizales alcanzó un puntaje de 61 sobre 100; superada únicamente por Bogotá (68 puntos) y Medellín (62 puntos). Los mayores puntajes de Manizales estuvieron en equidad e inclusión social, calidad de vida, ciencia, tecnología e innovación, sostenibilidad, gobernanza, participación e instituciones.
El Índice de Ciudades Modernas resulta ser un indicador importante, pues da a conocer el estado actual de las ciudades e identifica cuáles son los campos de mejora que éstas tienen a la hora de tomar decisiones en materia de política pública. Podría decirse pues que Manizales es la tercera ciudad más moderna del país; sin embargo, estar entre las mejores no es suficiente. Este indicador nos propone un reto para llevar a cabo planes, programas y estrategias que permitan la creación de nuevas políticas que le apuesten al desarrollo y a la mejora de la calidad de vida de los habitantes. De ahí la importancia de continuar enfocando los esfuerzos para proyectar una ciudad más sostenible, con una mayor generación de empleos de calidad, que den como resultado un aumento en nuestra competitividad y productividad. La clave actual se encuentra en buscar alternativas efectivas para impulsar el tejido empresarial existente, que permitan mantener la formalidad laboral en la ciudad, pero también una educación básica y superior que le den las herramientas a los ciudadanos de aspirar por mejores oportunidades laborales.
Por otro lado, una pregunta para el debate: ¿será Manizales una ciudad moderna cuando sabemos que en competitividad logística tenemos un sinnúmero de oportunidades de mejora? Este posiblemente sea el reto más importante que enfrenten los líderes de turno a la hora de pensar en proyectos de región y de ciudad, que concedan una mejora sustancial logísticamente hablando para un departamento que se encuentra en todo el centro de la Cordillera Central.
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