¿Cuántos de nosotros sabemos qué ha sucedido en los últimos 10 años en nuestra ciudad? ¿Nos lo hemos preguntado? ¿Nos importa?... En buena hora y como pequeño abrebocas de lo que hemos construido en la última década, los datos son reconfortantes. ¿Por dónde empezar? Quizás con el que más llama la atención en esta recopilación y es que la pobreza ha disminuido considerablemente en Manizales y Caldas, pues 100 mil personas han salido de esta situación, pasando de una incidencia del 31,2% en 2008 al 11,9% en 2018. Manizales es la ciudad del país que más ha luchado por disminuir esta cifra, dejando una orgullosa reducción del 62% en estos últimos 10 años.
La fuente principal que ha permitido este hito ha sido el fomento de la formalidad como motor principal de desarrollo económico y social, algo por lo que tanto la institucionalidad y el empresariado caldense ha luchado desde hace décadas y que hoy ve parte de su cosecha. En este sentido, las cifras hablan por sí mismas, pues entre el 2008 y el 2018 se han creado 33 mil nuevos puestos de trabajo en Manizales, aumentando la formalidad en un 20% en la ciudad. Pero más allá de la generación neta de empleo, son aún más importantes las condiciones de calidad de vida en una sociedad. Es precisamente el aumento en el ingreso real per cápita en los últimos años, con un incremento del 19%, el que nos permite determinar una mejora en las condiciones de vida de la población. Como dato de interés, en el 2010 el ingreso per cápita fue de $785.000 COP, mientras que en el 2018 fue de $938.040.
Otro aspecto importante a tener en cuenta es la percepción ciudadana, pues en definitiva somos todos nosotros los que construimos y generamos nuevas oportunidades en un territorio. Hablando de la percepción ciudadana, en Manizales el 95% de la gente se siente orgulloso de su ciudad y el 97% se siente satisfecho con su ciudad como lugar para vivir. En cuanto a calidad de vida, en una escala del 1 al 5 los manizaleños le dan una calificación a su bienestar subjetivo, vivienda, movilidad, educación, servicios públicos, salud y seguridad por encima de 4 puntos.
Conociendo estas cifras, podemos concluir que las apuestas caldenses a través de los años se han enfocado hacia una mejora continua del entorno social y económico de la población. Un territorio reconoce las condiciones físicas, sociales, económicas y políticas que lo afectan. Sin duda alguna el 2020 fue un año que trastocó la cotidianidad, impactando varios de los indicadores aquí mencionados. Fueron días y meses de no saber con certeza cómo avanzar, incertidumbre que todavía permanece hoy bien entrado el 2021. Sin embargo, retrocediendo y revisando los indicadores caldenses entre 2008 y 2018, nos damos cuenta de que tenemos unas fortalezas sólidas para consolidar un futuro que permita continuar con la senda construida en calidad de vida para los ciudadanos en este territorio. Con esto sobre la mesa, y con la mirada desde esta perspectiva, ¿nos comprometemos con el reto de mantener la región como líder en formalidad, competitividad e innovación? Una reflexión que vale la pena traer a esta conversación.
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